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«Cuando ella escuchó estas palabras, se sorprendió
y se preguntaba qué clase de saludo era ése» (Lucas 1:29, RVC).
Durante largo tiempo me pregunté: «¿Por qué Zacarías quedó mudo por hacer una pregunta similar a la de María?» Aquel día, mientras ministraba en el templo, un ángel le dice que sus oraciones han sido escuchadas y su mujer le dará un hijo;. Esto significa que él y su esposa siempre habían orado por la llegada de un bebé a su hogar. Sin embargo, cuando recibe la respuesta a su oración, Zacarías pregunta: «¿Y cómo voy a saber que esto será así? ¡Yo estoy ya muy viejo!» (Luc. 1:18).
Aparentemente es una pregunta igual a la de María: «¿Y esto cómo va a suceder? ¡Nunca he estado con un hombre!» (vers. 34). No obstante, la intención con la que fue dicha es lo que hace la diferencia. Zacarías había pedido un hijo, y cuando le dicen que lo va a tener, le falta fe para creer que algo tan asombroso pueda
pasarle a él debido a su avanzada edad. Por otro lado, María no había pedido nada, lo cual indica que su pregunta se orientaba a saber más acerca de cómo ocurriría ese acontecimiento sobrenatural. Por eso ella recibe una explicación, mientras que Zacarías recibe una reprensión. El ejemplo de María es digno de imitar. Los pasos en la vida cristiana se dan únicamente por fe.
Otro de los aspectos ejemplar de la vida de la madre de Jesús es su capacidad para afrontar las situaciones difíciles e inesperadas que se presentan. Cuando el ángel se le aparece de repente y le habla, la Biblia afirma que ella se turbó. La palabra griega usada aquí para turbar es diatarossamai, que significa: «Turbarse intensamente o turbarse muchísimo». Y es que no era para menos. No obstante, ella demuestra serenidad cuando, en medio de su gran turbación, no corre ni grita, sino que comienza a pensar en qué saludo sería aquel y se queda para escuchar con atención las indicaciones.
¿Qué haces cuando se te presentan problemas repentinos? Con frecuencia, nos desesperamos, reclamamos, tratamos de encontrar una solución inmediata. En muchas ocasiones, en lugar de solucionar, hacemos más grande el problema por nuestra imprudencia. La buena noticia es que, en estas circunstancias, es mejor quedarnos quietas aunque tengamos mucho miedo y escuchar con atención las indicaciones que Dios nos dará para resolver los conflictos.

