
» ‘Cuando ofrecen animales ciegos como sacrificio, ¿acaso no está mal?
¿Y no está mal también ofrecer animales lisiados y enfermos? ¡Intenten dar este tipo de regalos al gobernador y vean qué contento se pone!’, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales» (Malaquías 1:8).
Existe un pensamiento que sugiere sutilmente que para ser humilde es requisito no progresar y no intentar crecer en el área profesional. Nada más alejado de la realidad y, sobre todo, del ideal divino. Una persona que es guiada por el Espíritu Santo irá perfeccionando todas las áreas de su vida con el objetivo de servir mejor a Dios y a la humanidad. Lo malo de progresar consiste en perder de vista el propósito para el que fuimos creados y cultivar el orgullo y la soberbia del corazón.
No podemos negar que una persona humilde con una gran preparación es un instrumento poderoso en las manos del Señor. La escritora Elena de White afirma: «Nuestro primer deber con Dios y nuestros semejantes es el desarrollo de nosotros mismos. Cada facultad con la cual nos ha dotado Dios debería cultivarse hasta el grado más alto de perfección a fin de ser capaces de hacer la mayor cantidad de bien posible. Para purificar y refinar nuestros caracteres, necesitamos la gracia dada por Cristo que nos capacitará para ver y corregir nuestras deficiencias y aprovechar los rasgos excelentes de nuestros caracteres». ¡Qué tremenda declaración!
¿Por qué es importante prepararnos para dar lo mejor de nosotros? Porque es un principio divino. Dar lo mejor al Señor no es una opción, debiera ser un estilo de vida. Las ofrendas defectuosas no eran del agrado del Señor. Por eso, le reclamó al pueblo por darle animales ciegos, cojos o enfermos. Lo defectuoso, lo mediocre, lo que no implica sacrificio por nuestra parte, no es aceptable como olor grato en el trono de la gracia. Hemos sido dotadas de dones y habilidades que deben ser pulidos y perfeccionados en la medida que nuestra humanidad nos permita. No deberíamos estancarnos en la mediocridad sino que con humildad deberíamos ver nuestros defectos y corregirlos a fin de presentar ante Dios una ofrenda de mejor calidad. La buena noticia es que en nuestra búsqueda por agradar al Señor, él proveerá los medios para lograr el objetivo terrenal.

