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«Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.» (Mateo 28:19).
Entre risas y algarabías de aquel majestuoso palacio, mientras se servían copas de vino y comida sin medida, él desempeñaba su puesto con total profesionalismo. Después de todo, había logrado el empleo gracias a sus muchas habilidades y claro, a la providencia divina. Estaba viviendo en un país que no era el suyo, es decir, era un inmigrante. Aunque, a decir verdad, no había ido por su propia voluntad. Sin embargo, a pesar de las risas y la aparente alegría, hacía cuatro meses que su corazón estaba lleno de pesar y tristeza.
Al no estar permitido en el palacio ningún indicio de pena o aflicción, tenía que esconder sus emociones, de lo contrario, podría costarle la vida. Pero cuatro meses de angustia, de noches de llanto, de días de ayuno y oración, no se pueden esconder. Un día, el rey lo descubrió. Cuando se acercó para servir vino en la copa del rey, este le dijo: «Nehemías, ¿por qué estas triste si no estás enfermo?». Entonces Nehemías le contó al rey
que hacía cuatro meses que sus parientes lo habían visitado y le habían contado que su querida ciudad estaba en ruinas. Debido a que Dios ya había preparado el camino en el corazón del rey, Nehemías tuvo el apoyo
total e incondicional del monarca.
¿Dejarías tú la comodidad de tu casa, de tu iglesia, de tu vecindario para ir a ayudar a los necesitados? Eso fue precisamente lo que hizo Nehemías. Aún teniendo todas la comodidades, comida, bebida, vestidos, fiestas, una recámara cómoda y elegante, entre otras cosas, prefirió ir a su pueblo que se hallaba en ruinas para liderar la reconstrucción.
Hoy es tiempo de que dejemos el confort y el placer en el que nos encontramos y que hagamos un plan bien establecido para ir a reconstruir los valores y principios divinos que están en ruinas en el mundo. ¿Cómo podemos vivir tranquilas mientras nuestros hermanos están en ruinas? Dios te llama hoy a salir de tu palacio y ayudar a sus hijos. La buena noticia es que él te proveerá de lo necesario para la tarea, así como lo hizo con Nehemías. La orden ya fue dada y, la escribo de nuevo, porque es importante: «Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mateo
28:19).