Vinculación parental
“El Señor es, con los que lo honran, tan tierno como un padre con sus hijos” (Sal. 103:13).
El vínculo afectivo entre padres e hijos se gesta desde la vida uterina; los lazos afectivos, especialmente con la madre, influirán directa o indirectamente en el desarrollo evolutivo del bebé. El contacto expresado en caricias, miradas y a través de la conversación es el medio primario de vinculación. Los bebés y los niños que han desarrollado un vínculo afectivo con sus padres se sentirán seguros de sí mismos y les será sencillo vincularse afectivamente con otras personas a lo largo de todas las etapas de su vida.
Escuchar es la manera más natural de vinculación con el otro. Escuchar es un proceso activo que implica poner todos los sentidos en el mensaje recibido, sin importar lo absurdo o trivial que parezca la “perorata” infantil o la conversación del jovencito envuelto en sus propias reflexiones. Cuando escuches a tu hijo, hazlo bien; deja lo que estás haciendo y acepta lo que escuchas, sin interpretar, sin juzgar, y con una genuina empatía, de tal modo que tu hijo sienta tu cercanía. Eso lo hará sentirse muy vinculado contigo.
La negación de estos puede contribuir a la expresión de conductas desafiantes y rebeldes, así como a la desconfianza con respecto al amor de sus progenitores.
Los padres debemos ser capaces de hacer compatible el afecto con la disciplina y la corrección, así como el amor con la amonestación y la comprensión, de tal modo que el niño y el joven no se sientan perdidos en el mar de la vida, y se sujeten a falsos valores, creencias y filosofías a fin de sobrevivir.
Madres, entablemos vínculos afectivos con los hijos que Dios ha puesto a nuestro cuidado, del mismo modo que él los hace con nosotras. Ellos nos necesitan mucho, pero no nos necesitan distantes, regañonas o autoritarias, sino cercanas, sabiendo escuchar, cariñosas y siendo de apoyo para ellos. Qué vínculo hermoso es el que tiene una madre con sus hijos. Qué maravilloso privilegio hemos recibido.