¿Acumular? Sí, pero…
“La limpieza es el arte de enfrentarse a sí mismo”. Marie Kondo
En el año 2018, la plataforma de entretenimiento Netflix estrenó en Estados Unidos una serie de ocho episodios en los que su protagonista, Marie Kondo, una pequeña aunque impactante japonesa, enseña a un grupo de personas cómo deshacerse de los objetos acumulados que ya no les aportaban nada a la vida o a los cuales se habían apegado tanto que les impedían avanzar. Al día siguiente del estreno, los centros del país que recogen ropa y artículos usados para repartir a personas de bajos recursos recibieron un 350% más en donaciones de lo que habitualmente recibían. De hecho, en muchos de ellos había filas de autos esperando para descargar lo que llevaban.
Me llamó la atención esta noticia por dos cuestiones: 1) el increíble impacto que tienen sobre la conducta humana los medios de comunicación, y 2) la evidente necesidad que todos, sin excepción, tenemos de simplificar nuestra vida, de reducir al máximo, de dejar de acumular objetos que creemos nos dan la felicidad pero que, en realidad, nos atan y llenan de ansiedad.
Aplicando esto a lo espiritual, creo que es algo que Dios quiere hacer con nosotras: irnos despojando poco a poco de todas esas cosas que son superficiales en nuestra vida, pues no aportan nada a la experiencia de la religión ni a la salvación del alma. Al contrario, son un estorbo, porque nos hacen autoengañarnos respecto a qué es lo que realmente importa y lo que no. Creo que hemos de enfrentarnos a nosotras mismas y hacer una limpieza de todo aquello que no aprovecha, ya que se constituye en un impedimento para nuestra salud espiritual. “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?” (Mar. 8:36, NVI).
En el Sermón del Monte, Jesús lo dijo muy claro: “No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar” (Mat. 6:19, 20, NVI). Y sigue siendo tan oportuno hoy como entonces.
El llamado es a acumular, a invertir en, a dar prioridad a todo aquello que tiene un efecto positivo sobre nuestra relación con Dios. Lo demás, básicamente sobra. Y como sobra, hay que deshacerse de ello.
“La religión es una fuente de gran riqueza, pero solo para el que se contenta con lo que tiene. Porque nada trajimos a este mundo, y nada podremos llevarnos; si tenemos qué comer y con qué vestirnos, ya nos podemos dar por satisfechos” (1 Tim. 6:6-8).