Matutina para Mujeres, Miércoles 09 de Junio de 2021

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Esto es el amor: ser pacificadoras

“Hasta donde dependa de ustedes, hagan cuanto puedan por vivir en paz con todos” (Rom. 12:18).

Las mujeres hostiles, regañonas, discutidoras, impositivas y peleonas se encuentran en todas partes y en todos los ámbitos de la sociedad. No son resultado de cierto temperamento, ni mucho menos producto del entorno en el que crecieron o en el que se desenvuelven ahora. Quien utiliza esto como argumento solo busca excusas. En realidad, es la falta de paz inte­rior lo que lleva a una mujer a estar en guerra con todo y con todos, empezan­do con ella misma. Esta guerra se alimenta de ansiedad, enojo transformado en ira, preocupación excesiva, sentimiento de poco valor personal, descontento e ingratitud.

La primera pelea matrimonial fue la de Adán y Eva en el Edén. El primer asesinato ocurrió también entre miembros de la primera familia. La falta de paz en esta tierra es, pues, el resultado inmediato del distanciamiento del ser hu­mano respecto a Dios. Los valores se trastocaron por causa de haberse ale­jado del Señor; el egoísmo tomó control de nuestros impulsos; la búsqueda del bien común perdió importancia y fue sustituida por la búsqueda egoísta del bien propio. 

Dios nos llama a ser pacificadoras; para serlo, es necesario trabajar prime­ro nuestra paz interior. Una buena manera de comenzar es aceptando nues­tra historia de vida; el enojo, el rencor y el resentimiento arrastrado por años nos mantienen incómodas, inadecuadas y enojadas dondequiera que nos en­contremos. Dios no cambia nuestra vida pasada, pero puede darnos una nueva visión de ella. 

Todos somos, de alguna manera, el resultado de una sociedad que vive apurada sin saber para qué ni por qué; el resultado innegable es irritabilidad, estrés, mal humor y desesperanza. Si deseas paz interior, abrévala con Dios. Él ha prometido: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mun­do la da” (Juan 14:27, RVR 95).

Tranquiliza tu mente; al hacerlo, también lo hará tu cuerpo, tus emocio­nes, tus acciones y tu diario vivir. Cambia tus pensamientos. La vida no es un verdugo que nos golpea sin descanso; la vida es un don de Dios que necesitas disfrutar, y este disfrute comienza dentro de ti. Nadie, sin tu permiso, te lo puede arrebatar. Cuando este proceso interno tiene evidencias externas, se darán cuenta de ello tus hijos, tu esposo, tus familiares y tus amigos.

Sé una mujer pacificadora. Comienza hoy. Dios es tu ayudador y tu sustentador.

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