
El toque del rey
“Y dondequiera que él entraba, ya fuera en las aldeas, en los pueblos o en los campos, ponían a los enfermos en las calles y le rogaban que los dejara tocar siquiera el borde de su capa; y todos los que la tocaban, quedaban sanos” (Marcos 6:56, DHH).
El fenómeno acaparó la atención de los medios de comunicación. La distinguida dama caminaba entre la gente más humilde, los sordos, los ancianos, las personas sin hogar, los moribundos y no solo eso, sino que se atrevía a estrechar la mano de los considerados intocables: los enfermos de SIDA. Los menos privilegiados fueron beneficiados por el carisma y el toque de quien fuera la princesa Diana. Una niña dijo que cuando ella la tocaba, se sentía mejor. Aquella que con ropas elegantes salió de su palacio para estar entre su pueblo, fue llorada por el mismo, el día en que murió. En 187 países se transmitió su funeral, dos mil millones de personas lo vieron en la pantalla, seis millones acudieron a su funeral y una incontable cantidad de flores llegaron para su memoria. “La princesa del pueblo”, como fue llamada, marcó la historia de la realeza al romper los protocolos, como nadie lo ha hecho. Sin embargo, su vida, aunque llena de actos de bondad, fue imperfecta como la de cualquier ser humano.
¿Te imaginas poder estrechar la mano de algún miembro de la corte real? Sin duda, sería un momento emocionante en nuestra vida. Hace muchos años hubo un Rey que también salió de su palacio, pero humilde, sin ropas elegantes y sin atraer a los medios de comunicación. Se mezcló con su pueblo, tocó a los leprosos intocables, comió con los pecadores, sanó a muchos enfermos y, el día que murió, fue porque su propio pueblo pidió su muerte. Pocos le lloraron y no muchos estuvieron agradecidos por sus actos de bondad. Pilato lo llamó: “el Rey de los judíos”.
Pero no solo fue el Rey de los judíos, ese Rey, a diferencia de Diana, no tuvo pecado y como resultado, hoy está al lado de su Padre esperando que vayamos a él. Se llama Jesús y es mi Rey. El toque que devolviera la vida a aquella niña, el toque que abriera los ojos de los ciegos, ese toque maravilloso de perdón a mujeres pecadoras, es el mismo hoy.
La buena noticia es que él te quiere tocar y devolver la sanidad que tu vida, física y espiritual necesitan. ¿Te gustaría estrechar hoy la mano del Rey?