¿Solo la madre?
“Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que lo temen” (Sal. 103:13, RVR 95).
Es frecuente escuchar que la responsabilidad del hogar y el cuidado de los hijos es exclusiva de la madre. Se afirma que es a ella a quien le corresponde enseñar valores morales, éticos y espirituales a los hijos, y criarlos para que sean triunfadores. No puedo negar que esto encierra algo de verdad; sin embargo, me pregunto: ¿cuál es entonces el rol del padre en la formación de buenos hijos? ¿Será que su tarea consiste solo en proveer bienes materiales para la familia?
Claro que el padre provee bienes materiales para los suyos, pero además está en condiciones de proveer seguridad, confianza, sentido de pertenencia y amor. La fuerza del hombre, unida a la fortaleza de la mujer, logrará trascender en la vida de los hijos. Este concepto tan básico genera un clima de respeto, consideración, sentido de pertenencia y seguridad en el hogar.
La mano firme del padre y la ternura de la madre son la alianza perfecta para criar hijos sanos; cuando esto no sucede, hay un desequilibrio. No menosprecie la madre la participación del padre en lo que concierne a la conducción de la familia y al cuidado de los hijos; muestre respeto por su liderazgo y permita que desarrolle un vínculo afectivo con los hijos, desde donde podrá corregir y disciplinar.
En el seno de la familia, la presencia y la sensibilidad masculina son necesarias para enseñar a los hijos dominio propio, fortaleza, apoyo, un concepto adecuado de autoestima, y respeto por lo masculino y lo femenino. Padres y madres juntos lograrán preparar a los hijos para ser no solo buenos ciudadanos en la tierra, sino también herederos de la patria celestial.