Mi hogar… ¿una torre de Babel?
“Confía de todo corazón en el Señor y no en tu propia inteligencia. Ten presente al Señor en todo lo que hagas, y él te llevará por el camino recto” (Prov. 3:5, 6).
La construcción de la torre de Babel ha pasado a la historia, entre otras cosas, por la forma inesperada y estrepitosa en la que terminó. Los constructores de aquel tiempo pensaron que podrían desafiar la sabiduría de Dios pero, finalmente, allí quedó, a medio construir, como un monumento al caos humano cuando no se tiene la aprobación de Dios. Dicho caos se puede traducir muchas veces en falta de comunicación y de entendimiento.
Creo que construir un hogar es la vocación de muchas de nosotras, las mujeres; soñamos con ello. Anhelamos hacer de nuestro hogar un lugar donde reinen la armonía, el bienestar, la prosperidad y la felicidad. Y estos son anhelos legítimos que Dios está dispuesto a apoyar convirtiéndose en nuestro ayudador. Sin embargo, aquello que a veces iniciamos con optimismo, con el tiempo y por el peso de las circunstancias adversas, lo perdemos de vista. Es entonces cuando la obra de construcción del hogar se ve interrumpida, transformándose en una especie de “torre de Babel”.
Reina el caos. Los padres no entienden a los hijos, ni los hijos a los padres; parece que hablan idiomas diferentes. Los esposos no se pueden comunicar, pues el idioma de la mujer es aberración para el varón, y la forma de comunicación del varón es locura para la mujer. Todos viven bajo el mismo techo, no para paliar la soledad y ofrecerse comprensión, sino más bien para someterse a juicio unos a otros repartiendo culpas y negándose a asumir responsabilidades.
El lenguaje universal es el lenguaje del amor porque Dios es amor; frente a esto todos nos sensibilizamos, las barreras caen y se construyen puentes de comprensión; el corazón se enternece, la voluntad de los hijos rebeldes se doblega, la frialdad de los padres se entibia y la indiferencia entre los esposos se quiebra, entrando en una entrega mutua, voluntaria y comprometida.
No construyas tu hogar como una nueva torre de Babel particular; construye, con la ayuda de Dios, un hogar para la eternidad.