La clave del crecimiento
Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo. Hechos 9:31.
El temor de Dios fue una de las características de la iglesia primitiva y la clave de su crecimiento. Pablo había sido aceptado entre los creyentes de Jerusalén y deseaba quedarse allí, en el centro intelectual, para redimir su pasado como perseguidor y convencer a sus antiguos compañeros doctores de la ley. Pero Dios tenía otros planes para él. Cuando tus planes no coinciden con los planes divinos, es mejor escuchar y obedecer a Dios. Los nuevos amigos de Pablo descubrieron un complot para matarlo y lo ayudaron a huir hasta Cesarea para que fuera a Tarso, su ciudad natal (Hech. 9:28-30). No fue fácil regresar como un judío apostata de la fe de sus padres y miembro de la odiada y recién nacida “secta”.
La huida de Pablo devolvió la paz en Jerusalén, y Pedro se fortaleció en la predicación y la organización de la naciente iglesia. La angustia, por intensa que sea, jamás será eterna. Siguiendo la orden de Jesús, se organizaron comunidades cristianas en diversos pueblos y aldeas de Israel. Tenían paz, eran edificados, eran reverentes ante Dios, crecían y se fortalecían por obra del Espíritu Santo. Parece una ecuación: la paz te edifica, te hace reverente, creces y el Espíritu Santo te fortalece. La iglesia prosperaba a causa del temor a Dios, y al estímulo del Espíritu Santo en cada creyente. Cuando Dios domina tu vida, el único temor que prevalece es el temor a Dios. El enemigo busca interferir en tu vida usando el miedo como control remoto.
El versículo de hoy muestra un método sencillo de multiplicación: una iglesia temerosa del Señor y llena del Espíritu Santo es una iglesia que crece en número y fuerza. Antes de dar cursos de entrenamiento, deberíamos asegurarnos de que la feligresía respete al temible nombre de Jehová de los ejércitos. Cuando eso sucede, habrá alegría, paz y gozo. La multiplicación vendrá en forma espontánea y natural. No necesitamos más predicadores sino más cristianos temerosos de Dios, “El más distinguido de todos los que fueron llamados a guiar a la iglesia de las tinieblas del papado a la luz de una fe más pura, fue Martín Lutero. Celoso, ardiente y abnegado, sin más temor que el temor de Dios y sin reconocer otro fundamento de la fe religiosa que el de las Santas Escrituras” (CS, p. 129).
“Alguien debe avanzar; alguien debe aventurarse en el temor de Dios, confiando en él por los resultados” (NB, p. 191).