Matutina para Mujeres | Sábado 17 de Junio de 2023 | Dios tiene la última palabra

Matutina para Mujeres | Sábado 17 de Junio de 2023 | Dios tiene la última palabra

Dios tiene la última palabra

Se ríe del miedo y no se espanta; no vuelve atrás ante la espada. Job 39:22, RV2015.

Dios apareció no para satisfacer las dudas de los amigos de Job, sino para dejarle saber a Job que sus palabras y obras armonizaban. Las preguntas de Dios acerca de su cuidado de la creación desde la libélula hasta los grandes monstruos marinos recordaron a Job que Dios gobierna todo y que no debemos cuestionar su justicia con nuestra visión limitada. Cuando Job oyó la voz del Señor desde el torbellino, exclamó: “Me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:6). El control y la dirección de Dios sobre el mundo animado e inanimado prueba su habilidad para controlar y dirigir nuestra vida y su infinita capacidad de restringir las fuerzas del mal que amenazan con destruir nuestra amistad con él.

Dios no defendió inmediatamente a Job, pues su propósito no era dilucidar una disputa, sino revelarse. Tampoco explicó a Job la razón de sus sufrimientos. Entender claramente a Dios es más importante que desentrañar todos sus motivos. Dios no explicó por qué prosperan los impíos ni por qué sufren los justos; nada dijo en cuanto al mundo futuro ni a las recompensas venideras como compensación a las desigualdades actuales. Solo reveló su bondad, su poder y su sabiduría para resolver los problemas de Job. La respuesta divina no solo hizo que Job conociera hechos, sino que conociera a Dios. Este proceder fue tan eficaz que logró esta respuesta de Job: “Ahora mis ojos te ven” (cap. 42:5). Cuando Job vio a Dios, el único que podía resolver sus problemas, desaparecieron sus perplejidades (3CBA, pp. 603, 604).

Dios permitió a Job un vistazo de quién es él. ¡Qué diferencia tan abismal existe entre el conocimiento intelectual y el experimental! Afortunadamente, Job estuvo dispuesto a oír y aprender de Dios; ¡nosotras necesitamos esa disposición! Job reconoció su actitud equivocada hacia Dios, su limitada comprensión de su poder y se arrepintió de haberle dicho a Dios lo que debía hacer. “Ahora, después de presentar una nueva revelación de su divina sabiduría, Dios pregunta a Job si todavía cree que está en condiciones de presentarse ante él como demandante en un pleito” (3CBA, p. 611).

Job no defendió su inocencia sino que confesó su culpa (Job 40:4), admitió su pequeñez y prometió callar; pero el verdadero propósito de Dios era llevar a Job a una nueva experiencia. Cuando enfrentas una crisis y te aferras a Dios, lo llegas a conocer experimentalmente.

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