Las palabras de aprecio
“Empieza con elogio y aprecio sincero”. Dale Carnegie
Solemos considerar las palabras de aprecio (los elogios) como algo negativo, pues las asociamos a méritos, y todo lo que tenga que ver con méritos lo asociamos con orgullo. Como el orgullo es señalado por la Biblia como un terrible pecado, creemos que es antibíblico elogiar a alguien, por lo que evitamos hacerlo. Pero al actuar así, lamentablemente, potenciamos más aún la cultura de tacañería expresiva que nos rodea. Sin embargo, en la Biblia vemos que las palabras de aprecio y elogio tienen su lugar, y no es un lugar menor (y mucho menos, pecado).
Booz elogió a Rut por su espíritu de sacrificio y su amabilidad, y añadió: “¡Que Dios te lo pague! ¡Que el Señor y Dios de Israel, en quien has buscado amparo, te premie por todo lo que has hecho!” (Rut 2:11, 12; 3:10). El esposo y los hijos de la mujer de Proverbios 31 la alaban y elogian diciéndole: “Mujeres buenas hay muchas, pero tú eres la mejor de todas” (vers. 28, 29). Pablo escribió: “Doy gracias a mi Dios, [porque] en todas partes se habla bien de ustedes” (Rom. 1:8, TLA).
Dios mismo elogió a las personas por sus cualidades: la gran fe de una mujer (Mat. 15:28); la asombrosa generosidad de una viuda pobre (Luc. 21:1-4); la sinceridad de Natanael (Juan 1:47); la rectitud e integridad de “su siervo Job” (“¿Te has fijado en mi siervo Job? No hay nadie en la tierra como él”, Job 1:8); o la obediencia de David, de quien dijo ser “un hombre que me agrada” (Hech. 13:22).
Es importante decirles a las personas que valoramos los dones y rasgos de carácter cristianos que Dios les dio y que ellos han seguido desarrollando, pues transmite a la persona un sentido de que, a pesar de todo, vale la pena seguir por el camino de la integridad. Esto es poderoso, y no hacerlo supone privarse de ese poder.
Expresar nuestro aprecio anima al otro en el desarrollo de las virtudes cristianas, siempre que nuestras palabras de elogio sean sinceras y no señalen nada por lo cual enorgullecerse sino algo por lo cual continuar en ese camino estrecho que es el de la obediencia a Dios y el de la integridad basada en los principios de su Palabra.
El mismo Dios nos ha creado con un deseo de apoyo humano, de ser vistos y reconocidos como criaturas llenas de valor. Bien sabe él que una palabra alentadora nos anima.
Ánimo, hermana, Dios te ama.
“La angustia desalienta el corazón del hombre, pero una palabra alentadora lo anima” (Prov. 12:25, NBV)