Que sea Dios quien te defienda
Escúchenme, los que conocen la salvación, pueblo mío, a quien instruyo: no teman las afrentas humanas, no tengan miedo a los ultrajes. Isaías 51:7, BLPH.
¿Has escuchado la expresión “indefensión adquirida”? Es un término que se usa en psicología para referirse a personas que han aprendido a comportarse de forma pasiva ante los problemas, porque han pasado tantas veces por tantas situaciones difíciles o de abuso, y se han visto tan incapaces de mejorar las circunstancias, que han desarrollado una sensación de impotencia y una percepción de que nada de lo que les rodea es controlable: por lo tanto, concluyen que lo mejor es no hacer nada.
En cierto sentido, el Israel de la época del profeta Isaías había llegado a desarrollar una actitud de tipo “indefensión adquirida”. Cada vez que se defendían, eran humillados por los adversarios. Sin embargo, cuando dependían exclusivamente de Dios y permitían que fuera el Señor quien interviniera, Jehová los defendía y la victoria era arrolladora.
He experimentado la más completa defensa divina cuando he decidido no defenderme. “¿Cuál es la defensa del pueblo de Dios en este tiempo? Una relación viviente con el Cielo. Si deseamos habitar a salvo de la pestilencia malsana, si deseamos ser preservados de peligros visibles e invisibles, debemos ocultarnos en Dios; debemos asegurarnos el cuidado protector de Jesús y los santos ángeles” (ELC, p. 350). Nuestra única seguridad de obtener una victoria completa es esperar en Dios, pues “nuestro Dios peleará por nosotros” (Neh. 4:20).
Si sufres alguna injusticia, espera, “porque el Señor tu Dios está contigo; él peleará en favor tuyo y te dará la victoria sobre tus enemigos” (Deut. 20:4, NVI). No tendrás que mover un dedo porque “el Señor mismo peleará por ustedes. Solo quédense tranquilos” (Éxo. 14:14, NTV).
“Confía en Dios siempre, y encontrarás que es todopoderoso para guardarte. Será una defensa siempre presente, y totalmente suficiente. […] Los que busquen a Dios de todo su corazón, encontrarán en él una ayuda presente en todo tiempo de necesidad” (ATO, p. 346). Solo obedece a Dios, él hará el resto. “En esta ocasión, ustedes no tendrán que luchar. Deténganse, esténse quietos y vean la victoria que el Señor logrará para ustedes.
¡Oh, Judá y Jerusalén, no teman ni desmayen! ¡Salgan mañana a su encuentro, y el Señor estará con ustedes!” (2 Crón. 20:17, RV2015).