Matutina para Mujeres, Sábado 24 de Abril de 2021

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Alabanza a la mujer ejemplar: es como la nave del mercader

“Mujer ejemplar no es fácil hallarla […]. Cual si fuera un barco mercante, trae de muy lejos sus provisiones” (Prov. 31:10, 14).

Los primeros barcos mercantes se construyeron alrededor del siglo III a.C. No solo navegaban el río Nilo, allá en Egipto, sino que también osaban adentrarse en mar abierto para acceder a los puertos de otros países y sus mercados. Estos barcos estaban construidos de madera de cedro, pino, encino y ciprés, pues tenían que resistir grandes travesías, a veces en me­dio de tempestades, con el objetivo de transportar provisiones y mercancías como frutas, verduras, carnes y especias a ciudades lejanas. 

He aquí que el autor de Proverbios, el sabio Salomón, hace una analogía entre un barco mercante y una mujer ejemplar. Interesante, ¿no crees? El barco mercante desafía las aguas tempestuosas, a fin de alcanzar su propósito de lle­var provisión a quienes lo necesitan; la mujer ejemplar desafía las tempestuo­sas circunstancias del mar de la vida, a fin de proveer para los suyos. 

Ahora mismo puedo imaginar a esa sencilla mujer que se traslada cada ma­ñana desde su hogar, muy distante del lugar donde trabaja, para ganarse el pan. Haga frío o haga calor, allí está ella, como la nave del mercader; permanece empacando víveres en una tienda de comestibles, con el propósito de conse­guir unas cuantas monedas, que con gran regocijo lleva a su hogar al terminar la jornada. 

Las manos de la mujer ejemplar se mueven con presteza, mientras su mente diseña estrategias, maneras y formas para que el sustento de la familia esté garantizado. En la prosperidad y en la adversidad, ella confía en el proveedor divino, y pone todo su empeño en las tareas que la vida le impone. Evita el ocio y el despilfarro, y se desempeña como buena administradora de los bienes que posee, ya sean pocos o muchos. 

En medio de un mar de pesares, problemas y circunstancias adversas, esta mujer virtuosa puede “navegar” segura, sabiendo que Dios lleva el timón de su embarcación. Ella confía en sus promesas, reconociendo que nada le fal­tará y que proveerá satisfaciendo generosamente para sus necesidades, aun­que no siempre para sus deseos. 

Hoy, al comenzar el día, entrega el timón de tu embarcación a Dios. Solo así tu familia y tú llegarán a puerto seguro, y te convertirás en ese tipo de mujer que la Palabra inspirada alaba y presenta como ideal femenino para el Señor.

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