Matutina para Mujeres | Viernes 04 de Agosto de 2023 | El pecado de la obstinación

El pecado de la obstinación

No se han humillado hasta el día de hoy, ni han tenido temor, ni han caminado en mi ley ni en mis estatutos, los cuales puse delante de vosotros y delante de vuestros padres. Jeremías 44:10.

A pesar de todo ruego y advertencia, el obstinado grupo comandado por el ex jefe de la guardia, Johanán, partió hacia Egipto, arrastrando con ellos a Jeremías y a Baruc, su secretario (ver Jeremías 43:4 al 7). Suponían que por tener al profeta entre ellos, se librarían de las consecuencias de su desobediencia. Cuando no aprendemos la lección de nuestros errores pasados, estamos condenados a repetirlos. Nos evitaríamos mucho sufrimiento si aplicáramos el aprendizaje de las lecciones pasadas en vez de quejarnos de nuestra mala fortuna presente.

En Egipto, lejos de dar testimonio para los paganos, aquellos representantes del pueblo elegido de Dios persistieron en la idolatría y el culto egipcio, a pesar de la advertencia: “Me irritan con sus obras, pues queman ofrendas de incienso a dioses extraños en el país de Egipto, al que han venido a vivir como forasteros; de esa forma ustedes mismos serán exterminados y se convertirán en la maldición y la ignominia para todas las naciones de la tierra” (Jer. 44:8, BLPH).

Cuanto más nos alejamos de Dios, más nos confundimos, más hondo caemos y más acusamos a Dios. La razón de nuestros fracasos es haber abandonado la dirección divina. Cuando la calamidad nos alcance, revisemos cuánto nos hemos alejado del plan de Dios, y volvamos nuestros pasos al lugar donde nos apartamos.

Dios no nos abandona, nosotras le damos la espalda a sus instrucciones. Él respeta nuestra elección de vivir sin él, y para no ver el dolor que nos causamos, prefiere voltear su rostro: “Por tanto, así ha dicho Jehová de los Ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo vuelvo mi rostro contra vosotros para mal, y para destruir a todo Judá” (Jer. 44:11). Su deseo de salvarnos excede nuestro deseo de ser salvas.

“Las profecías de condenación pronunciadas por Jeremías sobre el remanente que se había rebelado contra Nabucodonosor huyendo a Egipto, iban mezcladas con promesas de perdón para aquellos que se arrepintiesen de su insensatez y estuviesen dispuestos a volver. Si bien el Señor no quería salvar a los que se desviaban de su consejo para oír las influencias seductoras de la idolatría egipcia, estaba sin embargo dispuesto a manifestar misericordia a los que le resultasen leales y fieles” (PR, p. 339).

Agradece a Dios por su gran paciencia ante tus errores y por su constante misericordia.

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