Juan es su nombre
Todos sus vecinos se llenaron de temor, y todo esto se divulgó por todas las montañas de Judea. Lucas 1:65, RVC.
Los judíos celebraban el nacimiento de un hijo al octavo día con un festival de circuncisión. Entonces se desvelaba su nombre y se le daba la bienvenida al pueblo escogido. Los invitados llegaron para dar el nombre al hijo de Zacarías y Elisabet. Su nacimiento sobrenatural había sido una gran noticia. Tal como en el caso de Jesús, el nacimiento de Juan fue milagroso. Todos se regocijaban, y acordaron llamarlo Zacarías, como su padre. Pero Elisabet aseguró que el ángel había indicado a Zacarías que debían llamarlo Juan.
“¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame Juan”, se quejaron los invitados. Era costumbre que el niño llevara el nombre del padre o del abuelo, para así perpetuar e identificar a qué familia pertenecía. Cuando interrogaron a Zacarías por medio de señas, él escribió: “Juan es su nombre”. En ese instante, Zacarías recobró el habla (Luc. 1:57-63).
Al fin, después de nueve meses, por haber puesto en duda la palabra del ángel, Zacarías pudo hablar. Todos se maravillaron, pues nadie en la familia se llamaba así. Juan significa “Jehová es favorable”, y era un nombre apto para un niño tan especial. Las primeras palabras de Zacarías fueron de alabanza a Dios. ¿Cuántas veces tenemos un mal concepto de Dios porque creemos que nos está castigando? ¿Alabarías a Dios después de sufrir las consecuencias de tus errores?
Podemos imaginar que los que acompañaban a Elisabet y Zacarías no estaban espantados, sino asombrados; los ruidos de la fiesta se transformaron en temor reverente. La mano de Dios era palpable en todo lo acontecido. Durante mucho tiempo, debe haber sido el principal tema de conversación del pueblo. Todos se preguntaban: ¿Quién sería aquel niño? ¿Qué misión traía?
Dios había llamado al hijo de Zacarías a una gran obra, la mayor que hubiera sido confiada alguna vez a los hombres. Con el fin de ejecutar esa obra, él debía tener al Señor obrando juntamente consigo. Y el Espíritu de Dios estaría con él si prestaba atención a las instrucciones del ángel. Juan debía salir como mensajero de Jehová para comunicar a los hombres la luz de Dios. Debía dar una nueva dirección a sus pensamientos. Debía impresionarlos con la santidad de los requerimientos de Dios y su necesidad de la perfecta justicia divina. Tal mensajero debía ser santo. Debía ser un templo para que habitara el Espíritu de Dios (DTG, p. 75).