Matutina para Mujeres, Viernes 12 de Marzo de 2021

Matutina para Mujeres, Viernes 12 de Marzo de 2021

Escuchar Matutina

Ese día fue la última vez

“Los hijos que nos nacen son ricas bendiciones del Señor” (Sal. 127:3).

El rincón infantil es para muchos niños un momento especial del culto de adoración. Lo era también para mi nieta; cada vez que escu­chaba la música que anunciaba ese momento, pedía a sus padres que la acompañaran hasta el estrado. Años después, cuando pudo caminar sola, se levantaba de su asiento y corría hacia la plataforma para disfrutar su mo­mento especial. Nunca hubo necesidad de pedirle que lo hiciera. Sin embar­go, un sábado, la rutina de once años llegó abruptamente a su fin. Al escuchar la música, ella decidió no acudir al llamado. Sus padres la miraron sin decir palabra; pero la fecha quedó escrita en la memoria de su padre: 17 de junio de 2017. ¿Qué pasó ese día? ¿Fue algo premeditado o espontáneo? Imposi­ble saberlo; quizá ni ella misma lo sabe. 

Es así de simple. Las personas crecemos, cambia nuestro concepto de no­sotros mismos, se renuevan nuestras creencias… Nuestros comportamientos responden a un proceso interno de autoconciencia. A veces decimos que los hi­jos crecen muy rápido, y nos asustamos de sus cambios. En realidad, no es rápido. Lo que sucede es que, embelesadas como estamos en otros asuntos, no nos damos cuenta de lo que pasa frente a nuestros ojos. 

Las conductas externas se gestan en el interior. Por lo tanto, es indispensa­ble que vivas intensamente cada momento con tus hijos. Monitorea el ambiente de tu hogar, revisa tu relación con ellos, observa cómo cambia su cuerpo y su comportamiento, y el día que seas testigo de un acto trascendente, no te asus­tes, sino hazlo un motivo para celebrar y recordar toda la vida. 

Aquel 17 de junio, mi nieta dio un paso hacia adelante en su desarrollo, y sus padres aceptaron su decisión con respeto; y aunque yo, su “abue”, no le pregunté por qué, estoy segura de que iniciaba en ella el proceso de abando­no de la infancia para adentrarse en el mundo maravilloso de la adolescencia.

Si eres madre, tienes una gran responsabilidad, que es a la vez un privile­gio y un gozo. Los niños cantan, ríen, sueñan; contágiate de su naturaleza, de tal modo que ellos respondan con docilidad a tus requerimientos.

Recuerda que la frialdad, la indiferencia, la rudeza y la rigidez son contrarias a la persona­lidad infantil y te pondrán en una posición de lejanía respecto a la cercanía que Dios desea que haya entre ustedes.

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