Sin miedo al rey
Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. Hebreos 11:27.
Jocabed cuidó a su propio hijo ejerciendo como niñera empleada por la hija del rey. Le contó la manera milagrosa como Dios proveyó una madre en la realeza para preservarlo. Moisés aprendió que la obediencia a Dios es superior a cualquier otra. Dejó Egipto, donde había recibido la educación de un príncipe, con su conciencia culpable por haber matado a un egipcio que maltrataba a un hebreo. Huyó por miedo al rey, pero con la fe de que Dios lo llamaría para liberar a su pueblo de la esclavitud egipcia.
A pesar de su acción apresurada, Moisés es reconocido como un hombre de fe en el mosaico de Hebreos 11, donde se hace referencia a acontecimientos que muestran su confianza en Dios. Mientras su pueblo era esclavizado, Moisés creció como hijo de la hija del rey. Fue educado con los más grandes del imperio, pero no olvidó su origen humilde. Renunció a su herencia de príncipe y confió en el cumplimiento de las promesas del pacto.
Es fácil ser engañado por los beneficios temporales de la riqueza, la popularidad, el estatus y los logros. Alza tu mirada más allá del sistema de valores que ofrece el mundo y enfócate en los valores eternos del reino de Dios. Solo tú sabes cuál es el “Egipto” que debes dejar atrás para salir al desierto siguiendo la voluntad de Dios. Solo tú sabes a quién representa el “Faraón de Egipto” en tu vida, a quién debes dejar de temer y, si fuera necesario, desobedecer, para cumplir la misión que Dios tiene para ti. No tengas miedo a la ira del rey.
Aunque la calumnia puede ennegrecer la reputación, no puede manchar el carácter. Este es guardado por Dios. Mientras no consintamos en pecar, no hay poder humano o satánico que pueda dejar una mancha en el alma. El hombre cuyo corazón se apoya en Dios es, en la hora de las pruebas más aflictivas y en las circunstancias más desalentadoras, exactamente el mismo que cuando estaba en la prosperidad, cuando la luz y el favor de Dios parecían reposar sobre él. Sus palabras, sus motivos, sus hechos pueden ser desfigurados y falseados, pero no le importa, porque él tiene en juego intereses de mayor importancia. Como Moisés, se sostiene “como viendo al Invisible”, no mirando “las cosas que se ven, sino las que no se ven” (DMJ, p. 34).