
Vamos a festejar
“Todo lo que hagas, hazlo bien, pues cuando vayas a la tumba no habrá trabajo ni proyectos ni conocimiento ni sabiduría” (Eclesiastés 9:10).
Era ya muy tarde y mi esposo, que había salido temprano, aún no regresaba a casa. No respondía los mensajes ni atendía las llamadas. Mi corazón comenzó a angustiarse, pero traté de mantener la calma. La cena estaba lista, pero no había hecho la bebida. De pronto, recordé que debajo de la alacena había unas botellas de jugo de manzana que guardábamos para los cumpleaños y aniversarios, es decir, ocasiones especiales. Esa noche pensé: ¿Por qué esperar hasta una ocasión conmemorativa para hacer algo especial? Cuando mi esposo estuvo en casa le pedí que abriera una botella del jugo y asombrado preguntó: ¿Qué festejamos? Y yo respondí: “Que estamos vivos, que nos amamos”.
¿Cuántas veces hemos perdido valiosos momentos con nuestros hijos, padres, esposos, solo por estar muy afanados con la escuela, el trabajo, la tecnología y hasta la iglesia? Siempre hemos aplicado el texto de hoy al trabajo, proyectos y empresas que requieren un gran compromiso. Hoy quiero que lo enfoquemos a la mayor empresa que Dios nos dio: Nuestra familia. Si te viene a la mano abrazar a tu esposo sin motivo aparente, abrázalo con todas tus fuerzas. Si te vino a la mente enviar un mensaje a uno o varios de tus familiares, deja la escoba a un lado, deja los trastos, seca tus manos y escribe. Si te vino a la mente escribirle una carta a tu hijo, aprovecha el momento cuando está en la escuela y déjale saber lo valioso que es para ti. Si sientes el deseo de besar a tu madre o decirle a tu padre cuanto lo amas, no lo postergues, el mañana puede no llegar.
No pienses que tu familia debe dar por hecho que les amas, estos pequeños detalles, hechos con todas tus fuerzas, harán de tu hogar una empresa tan sólida que nada podrá derrumbarla. Un jueves por la noche hablé por teléfono con mi padre y, antes de colgar, quise decirle que lo amaba, pero la seguridad de que al día siguiente lo vería me detuvo. “Mañana cuando lo vea se lo diré”, pensé. El viernes, muy de mañana, murió en un accidente de carretera. Y en el sepulcro adonde fue, no volverá jamás a saber que lo amo, por mucho que lo grite a los vientos. La buena noticia es que hoy aún tienes a tus amados a tu lado, hoy es un buen día para festejar.