Yo me rindo a ti
“No puedes encontrar la paz evitando la vida”. Virginia Woolf
Todas hemos tenido experiencias que nos han robado la paz. Problemas con los hijos, discusiones conyugales, desencuentros con compañeros de trabajo, amistades que no eran tal, decepciones con gente de la iglesia, enfermedades, despidos, muertes…, vaya, la vida misma sucediendo. Pero te pregunto: ¿es necesario que esas pruebas nos roben la paz? ¿Y si la paz fuera, en realidad, tener la convicción de que todo lo que nos sucede es para nuestro bien?
Romanos 8:28 dice: “Sabemos que si amamos a Dios, él hace que todo lo que nos suceda sea para nuestro bien. Él nos ha llamado de acuerdo con su propósito” (NBV). ¿Será que lo sabemos realmente? ¿Sabes tú que
- si amas a Dios,
- todo lo que te sucede es para tu bien,
- porque él te ha hecho un llamado
- y tiene, en ese llamado, un propósito santo para tu vida?
Si lo sabes, tienes paz. Nada ni nadie te la va a robar.
La paz interior no depende de lo que sucede exteriormente, sino de tener fe en que lo que Dios dice, es; y él dice que, si lo amas, todo lo que te suceda será para tu bien, conforme al propósito que Dios tiene para ti, conforme al propósito que Dios tiene para ti, aunque ahora duela. No veas las experiencias duras como razones para perder la paz porque, de hecho, esas pruebas te permiten darte cuenta de tu necesidad de Dios, conocerte a ti misma, desarrollar empatía hacia quien sufre, y discernir en qué consiste el verdadero gozo de la vida. Y, por cierto, el gozo no consiste en que tus circunstancias sean como quieres que sean, sino en que tu alma, tu carácter, estén anclados en Dios.
Las pruebas son grandes maestras: nos enseñan a agradecer, a perdonar, a renunciar a lo que no aprovecha, a madurar, a soltar apegos mundanos para apegarnos solo a Cristo. Permitimos que nos roben la paz cuando deseamos que las cosas sean diferentes de como son; cuando nos resistimos a aceptar lo que es y a confiar en Dios. Por eso, el paso que tenemos que dar para sentir verdadera paz es rendirlo todo a Dios. Solo él sabe qué es lo mejor.
Si amamos a Dios, sabemos que las pruebas contra las que nos rebelamos (y por eso precisamente sufrimos) son necesarias para los propósitos elevados que él tiene para nosotras.
“Sabemos que si amamos a Dios, él hace que todo lo que nos suceda sea para nuestro bien. Él nos ha llamado de acuerdo con su propósito” (Rom. 8:28, NBV).