Ramas desgajadas, ramas injertadas
Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Romanos 11:20.
¿Tienes algún conocimiento en cuanto a cómo injertar plantas? Pablo usó la metáfora del versículo de hoy para explicar la llegada de los gentiles al cristianismo. Representa a la nación judía como un árbol de olivo doméstico, al que se le desgajaron algunas ramas. Los judíos que no aceptaron a Jesús fueron apartados. En su lugar se injertaron ramas silvestres; es decir, el privilegio de ser los depositarios de la gracia de Dios fue dado a los gentiles y llegaron a ser participantes del plan de salvación. La iglesia sigue siendo comparada con un olivo frondoso y fructífero, y quienes no aceptan el mensaje de salvación son comparados con ramas silvestres, no solo por su falta de utilidad sino porque lo que producen es amargo o desabrido.
Tú eras amargada, silvestre, tosca por naturaleza. Fuiste injertada al árbol de vida que es Jesús. Llegaste a ser parte de la raíz de David, no porque lo merecías sino porque a Jesús le agradó. No hay razón para enorgullecerse. Aunque unas cuantas ramas fueron desgajadas, el tronco y la raíz prevalecieron, mostrando la gracia divina y la fidelidad al pacto que Dios hizo con Abraham. Así como las ramas no deben jactarse de la raíz, los gentiles no debían jactarse de tener el mismo privilegio que los judíos o alegrarse de las ramas cortadas para ser injertados. Debían tratar con bondad a las ramas desgajadas y con agradecimiento a la raíz y al tronco. La rama injertada seguía siendo rama, sostenida por un tronco y una raíz prestada; por lo tanto debía mantenerse humilde y agradecida.
No posees ningún mérito a los ojos de Dios que te haga mejor que los demás. Ora por una reverencia santificada para protegerte contra la soberbia y el orgullo vano. No abuses de los privilegios que se te han concedido. Mantén la causa del rechazo a Israel como una advertencia. La única condición que te permite permanecer conectada con Jesús, el árbol de vida, es tu fe. Regocíjate en el Señor, pero jamás te sientas superior a nadie. El que te injertó tiene poder para desgajarte. No presumas; sé reverente a Dios.
“Así como el injerto recibe vida cuando se une a la vid, el pecador participa de la naturaleza divina cuando se relaciona con Dios. El hombre finito queda unido con el Dios infinito” (4TI, p. 348).