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«Tienen leyes diferentes de los demás pueblos
y se niegan a obedecer las leyes del rey» (Ester 3:8).
En la actualidad, como en antaño, hacer las cosas de manera distinta de lo tradicional, siempre ha sido motivo de discusión. En cierta ocasión la princesa Juana comenzó a bañarse todos los días y, como si fuera poco, en ocasiones se bañaba dos veces en un día. En una sociedad en la que las personas no acostumbraban estas medidas de higiene, la princesa fue llamada «Juana la loca». Ahora sabemos que ella estaba en lo correcto y
los demás estaban equivocados. Ella representaba una minoría en el caso y esto es un claro ejemplo de que la mayoría no siempre tiene la razón.
Ante el surgimiento de diversas corrientes de pensamiento en el siglo XXI, la mujer cristiana debe tener sus raíces bien profundas y atadas a los principios inamovibles de las Sagradas Escrituras, sin importar que la sociedad nos catalogue como locas y anticuadas por hacer lo correcto; sin importar que seamos acusadas y vendidas como lo hizo Amán con el pueblo judío.
Araceli decidió continuar sus estudios universitarios cuando sus tres hijos concluyeron sus profesiones. Comenzó a convivir en el aula de clases con sus compañeros, totalmente ajenos a los principios divinos y pronto descubrió que ella era la rara del grupo. Las aportaciones que ella daba les parecían extrañas y de otra época. «¿Araceli no dice malas palabras? ¿Es posible que en la casa de ella no haya golpes y palabras hirientes? ¿Por qué Araceli no habla en doble sentido?», se preguntaban sus compañeros. Entonces Araceli se dio cuenta que la educación dentro de nuestras escuelas adventistas tiene un valor incalculable; comprendió que tenía una responsabilidad muy grande sobre sus hombros en el ambiente donde se encontraba: «ser diferente».
Esto no se trata de no involucrarnos con nadie que no piense igual que nosotros. Fuimos llamadas a ser luz y brillar en medio de las tinieblas. Fuimos llamadas a ser diferentes y portadoras de las más grandes verdades y principios eternos. Ser diferente no es ir contra la corriente, es permanecer firme mientras levantamos el estandarte de la verdad con nuestras manos, a través de nuestras acciones. Sé diferente, porque las hijas de Dios son princesas cuyas reglas no las pone la sociedad, sino el reino al cual pertenecen; y ese es el reino del Cielo.