Miércoles 05 de Enero de 2022 | Matutina para Jóvenes | Cuando Dios se sentó por primera vez

Cuando Dios se sentó por primera vez

«Respondió Dios a Moisés: «Yo soy el que soy’’».

Éxodo 3:14, RV95

El libro De las tinieblas a la luz en Polinesia muestra cómo el evan­gelio llegó a las islas del pacífico y en una de las interacciones que presenta este libro hallamos un fenómeno interesante.

El 15 de junio de 1824, dos maestros y evangelizadores tahitianos llegaron a la isla de Mangaia. La gente se mostró sorprendida porque los forasteros que llegaron a su isla, antes de disfrutar del festín que se les había preparado, cerraban los ojos.

—¿Qué hacen? —preguntaron los nativos.

—Dar gracias a Dios por sus dádivas —respondieron.

—¿Y dónde vive su Dios?

—En el cielo.

—¿Su Dios come?

—Dios es Espíritu. No es como nosotros. Vive eternamente. Fue él quien hizo la Tierra, el cielo y todas las cosas. También nos creó a nosotros.

Los isleños se quedaron asombrados ante estas sencillas verdades y preguntaron a los recién llegados qué los traía por aquellos lugares. Su respuesta fue muy directa:

—Venimos a darles a conocer al Dios verdadero y a su Hijo Jesús, nuestro Salvador.

¿Por qué estos isleños mostraron tanta curiosidad hacia la religión cristiana? Permíteme decirte que el deseo por conocer sobre Dios no es nuevo ni pertenece solo a los nativos de alguna pequeña isla en el Pacífico. En las religiones paganas antiguas, cuando una persona conocía el nombre de algún dios, se suponía que por ese conocimiento adquiría privilegios y poder sobre esa deidad. Por eso las personas dedi­caban mucho tiempo a tratar de conocer más sobre los dioses. Pero en la Biblia el ser humano no tiene que hacer ningún esfuerzo por buscar a Dios o descubrir cómo es él. ¡Dios mismo sale al encuentro de sus criaturas! Esa es la historia de la Biblia: Dios busca al ser humano y se da a conocer. Por eso, cuando invocamos el nombre de Dios aludimos a todo lo que él es y ha revelado sobre sí mismo.

Es alentador saber que Dios está interesado en conocerte y en darse a conocer. Él desea que tú lo conozcas. Por eso, hoy te invito a elevar una oración a él: Gracias, @Dios, porque te has dado a conocer, porque nos invitas a tener una relación más estrecha contigo y, sobre todo, por­que nos has mostrado quién eres y lo que deseas hacer en nuestra vida.

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