Estamos invitadas a tomar el té
“Nunca dejen de orar” (1 Tes. 5:17, NTV).
El autor y predicador cristiano Graham Cooke quería que sus oraciones fueran menos acartonadas, que tuvieran más fluidez y naturalidad. Un día, se le ocurrió que la mejor manera de lograr esto era sentarse a tomar el té con Dios: “Al principio, cuando estaba aprendiendo a orar, me preguntaba cómo podía estar en la presencia de Dios. Entonces, tomé la decisión de normalizar la oración. Como soy un típico hombre inglés, decidí preparar dos tazas de té cada mañana: una para mí y otra para el Señor.
Entonces me sentaba a charlar con él y siempre sentía su presencia en mi corazón”, cuenta en la entrada de su blog (https:// brilliantperspectives.com/blog/), “Praying with God”. Me encanta la idea de tener un espacio de charla cotidiana con Dios, un pequeño ritual de amistad.
Por alguna extraña razón, tendemos a pensar que Dios quiere que involucremos nuestro razonamiento
—pero no nuestra creatividad— al orar. Olvidamos que hablamos con el Dios que pinta el cielo con colores diferentes cada atardecer; el Dios que puso cerca de trescientas mil millones de estrellas, tan solo en la Vía Láctea; el Dios que pensó que formar un animal con el pico de un pato, la cola de un castor y el cuerpo de una nutria era una buena idea (y como si el ornitorrinco no fuese lo suficientemente innovador, también hizo que fuera un mamífero que pone huevos y no tiene mamas). Al orar, hablamos con el Creativo de todos los creativos, la fuente de toda creatividad humana. ¡Por supuesto que debemos usar nuestra creatividad!
En el libro La oración, Elena de White dice: “Si mantenemos al Señor constantemente delante de nosotros, […] nuestras oraciones tomarán la forma de una conversación con Dios, como si habláramos con un amigo. Él nos dirá personalmente sus misterios” (p. 14). Las oraciones son conversaciones —no monólogos— en las que Dios nos revela sus secretos. Con creatividad e imaginación, podemos mantener la presencia de Dios presente en nuestra mente. Podemos ir a caminar con Dios, o charlar con él como si fuera un pasajero sentado en nuestro automóvil. O podemos invitarlo a tomar el té.
Señor, te agradezco porque tú diseñaste la oración como una conversación, y no como un monólogo. Te pido que reactives mi creatividad y despabiles mi corazón para sentir tu presencia una vez más. Ayúdame a descubrir formas creativas de pasar tiempo contigo y disfrutar de tu compañía hoy.
Amén,