“¿Y qué hago con mis temores?”
“Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).
“¿Qué hacer cuando la angustia quiera apoderarse de nosotros?” Nuestro texto de hoy nos da la respuesta: llevemos nuestros temores ante el Señor. El resultado será que “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”, guardará nuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús.
El temor no puede establecer su residencia en un corazón que está en comunión con Dios. Esto fue lo que Julie Griswold aprendió cuando ella y su esposo sirvieron como misioneros en Camboya, durante la década de 1990. Los disparos que a diario Julie escuchaba desde su hogar, más el hecho de saber que muchos caminos estaban minados, la mantenían en un permanente estado de angustia.
La situación llegó a ser para ella tan difícil, que un día le pidió a su esposo Scott que regresaran a su país. La respuesta de Scott la tomó por sorpresa.
–Está bien –le dijo Scott–, vamos a regresar, pero antes quiero que hagas algo. Cada vez que un pensamiento atemorizante llegue a tu mente, llévalo a Dios en oración y reemplázalo con una promesa bíblica. Si después de dos semanas este plan no funciona, regresaremos a los Estados Unidos.
No muy convencida, Julie aceptó la propuesta. Cuando, poco después, el temor se apoderó nuevamente de ella, Julie oró a Dios y reemplazó el mal pensamiento con 1 Juan 4:18: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”. Cuando en otra ocasión se dio cuenta de que estaba atemorizada, Julie oró nuevamente, y repitió las palabras de 2 Tim. 1:7: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. Así hizo en los días que siguieron. Cuando las dos semanas de prueba llegaron a su fin, ya Julie no quería regresar a su país. Dice el relato que ella y su familia permanecieron en Camboya durante otros cinco años.
¿Qué produjo el cambio? Ella misma responde: “Ahora sé por experiencia personal que la Palabra de Dios es más poderosa que cualquier cosa que yo piense, sienta o enfrente. Él nos ayudará a vencer nuestros temores cuando los reemplacemos con su maravillosa Palabra” (“Conquer your Fears”, Adventist Review, 11 de diciembre de 2014, p. 117).
Al comenzar este nuevo día, ¿hay temor en tu corazón? ¿Alguna preocupación o angustia? Si este es el caso, ¿por qué no llevarlos ahora mismo ante el Señor?
Padre amado, en el bendito nombre de Jesús, te entrego mis temores. A cambio, dame la paz que sobrepasa todo entendimiento.