Uncle Sam [Tío Sam]
“Al vencedor le daré de comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cual nadie conoce sino el que lo recibe” (Apocalipsis 2:17, RVR 95).
En este día de 1813, Estados Unidos recibió su apodo de “Tío Sam”. El nombre fue tomado de Samuel Wilson, un empacador de carne de Troy, estado de Nueva York, que transportaba barriles de carne de res para el Ejército de los Estados Unidos durante la Guerra anglo-estadounidense de 1812. Wilson colocó en los barriles el sello “U.S.”, haciendo referencia a los Estados Unidos [United States], pero los soldados empezaron a referirse a la comida como “del Tío Sam” [Uncle Sam]. Los periódicos locales se hicieron eco de la historia y, finalmente, el nombre se impuso. El Tío Sam se convirtió en un apodo del Gobierno Federal de los Estados Unidos.
Cincuenta años después, en las décadas de 1860 y 1870, un caricaturista político llamado Thomas Nast revivió la popular imagen del Tío Sam. Nast añadió algunos toques a la imagen, dotándolo de la barba blanca y el traje de estrellas y rayas que hoy vemos en sus representaciones del personaje. (Nast, además, es famoso por crear la imagen que tenemos ahora de Papá Noel; y también los símbolos del burro y el elefante utilizados por los partidos políticos demócrata y republicano.)
Pero, probablemente la imagen más famosa del Tío Sam fue creada por James Flagg. La imagen de Flagg muestra al Tío Sam llevando un gran sombrero de copa con una estrella y una chaqueta azul, y señalando de frente al espectador. Este retrato del Tío Sam con las palabras “I Want You for the U.S. Army” [Te quiero para el Ejército de los Estados Unidos] se utilizó como cartel de reclutamiento durante la Primera Guerra Mundial. Wilson fue enterrado en su ciudad natal, Troy, que hoy se llama con orgullo “El hogar del Tío Sam”. Esa sí que es una buena forma de irse. En 1861, el Congreso de los Estados Unidos reconoció a Samuel Wilson como el padre del símbolo nacional “Tío Sam”. No podría haberle sucedido a un hombre más agradable.
Algún día, cuando Jesús vuelva, todos tendremos una nueva imagen y un nuevo nombre. Pero, a diferencia del Tío Sam, no nos veremos viejos y grises. Seremos jóvenes y atractivos, y llenos de vida. No recordaremos todos los malos momentos que pasamos aquí en la tierra. Solo nos sentiremos gozosos de estar con Jesús. Él mismo nos dará la bienvenida al cielo, y será él quien nos dé un nuevo nombre. El nombre nos describirá perfectamente, porque habremos vencido por medio de Jesús.