Sin tijeras ni crayones
“Llevaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara por ellos” (Mat. 19:13, NVI).
La semana pasada, comenzamos la historia de Mariel y Maponts’o, quienes comenzaron a estudiar la Biblia en Lesotho.
Además, Mariel daba clases de inglés a los niños, que solo contaban con un cuadernito y un lápiz. Su niñez era sin tijeras ni crayones, porque no había dinero suficiente para esos “lujos”, pero en las clases de inglés disfrutaban de cortar (algo que nunca habían hecho en su vida) y de pintar con los que ella llevaba. Con los juegos más simples, quedaban motivadísimos.
Por la nutrición inadecuada e insuficiente, y su consecuente influencia negativa en el desarrollo cognitivo de los niños, además de la falta de estimulación temprana por algunas creencias instaladas, Mariel fue adaptando el proceso de aprendizaje y amoldándose a lo que ellos podían ir asimilando, que igualmente era mucho.
Maponts’o, por su parte, avanzaba rápidamente en el estudio de la Biblia. Su amor por Dios y su fe en él se notaban en el brillo de sus ojos y en las palabras que expresaba. Ambas se conmovían con cada lección.
Cuando Maponts’o se casó, sus padres aún vivían; pero después murieron y luego de un tiempo su esposo dejó de trabajar y solo trabajaba ella. Vivían con su suegra, quien la trataba muy mal y la culpaba por su pobreza y su falta de educación. Tan incómoda era la situación, que Maponts’o tomó la decisión de irse con sus dos hijas a vivir a la casa de su abuela. Pero esta buena mujer era muy pobre y además se estaba haciendo cargo de criar a dos bisnietos. Maponts’o no conseguía trabajo en un país con muy pocas ofertas laborales para alguien sin educación. Sin embargo, su fe en Dios no cejó y pocos meses después de comenzar a estudiar la Biblia, decidió bautizarse. Mariel y Maponts’o se hicieron íntimas amigas y Mariel se propuso buscar donaciones que, aunque pequeñas, ayudaron a que Maponts’o comprara los elementos necesarios para comenzar su emprendimiento. Ella siente que en la iglesia tiene una familia, y aunque ahora Mariel ya no vive allá, siguen en contacto.
No subestimemos la oportunidad que unas llaves perdidas, unas tijeras y unos crayones nos pueden brindar si estamos en las manos de Dios y nos proponemos cumplir la misión.
Sin ir a Lesotho, seguramente puedes encontrar una familia para ayudar hoy, unos niños para llevar a Jesús.