Cristianos convertidos
“Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 1:1).
Tesalónica fue la capital de Macedonia. Estaba situada en la península del golfo de Salónica. La vía Egnacia, que unía el Oriente y Roma, pasaba por Tesalónica. La ubicación favorable y el excelente puerto la convirtieron en un centro comercial y turístico de gran importancia. Por esa razón, tenía gran concentración de judíos y una sinagoga.
En el capítulo 1, Pablo demuestra preocupación por los tesalonicenses por medio de acción de gracias y oración, y manifiesta certeza acerca de la sinceridad de fe y conversión de los creyentes tesalonicenses.
Pablo menciona a Silvano, que es el mismo Silas, su compañero de misión y prisión; y a Timoteo, que era un amigo y joven evangelista.
El apóstol es cariñoso con los hermanos, y destaca su fe activa, su dedicación y firmeza en la esperanza en Cristo. Un aspecto importante es que los tesalonicenses se han vuelto imitadores de Pablo, hasta el punto de recibir la Palabra con buena disposición, incluso ante sufrimientos. Y, a causa de esta postura confiada y alegre, los tesalonicenses se convirtieron en ejemplos con referencia a la firmeza con que aceptaron el cristianismo y al celo con el que recibían las enseñanzas.
Así, se constituyeron en ejemplo para los demás después de la conversión, lo que destaca la alta calidad de su testimonio cristiano. Ellos abandonaron una vida de idolatría, y se convirtieron a Dios de verdad, poniendo toda su esperanza en Cristo.
Puede ocurrir que algunos no puedan indicar el momento y el lugar exactos de su conversión, ni explicar las circunstancias por la que fueron llevados a ese momento, pero su testimonio se verá claramente.
“Se notará un cambio en el carácter, en las costumbres y las ocupaciones. El contraste entre lo que eran antes y lo que son ahora será muy claro e inequívoco. El carácter se da a conocer, no por las obras buenas o malas que de vez en cuando se ejecuten, sino por la tendencia de las palabras y de los actos habituales en la vida diaria” (Elena de White, El camino a Cristo, p. 57).
Por eso, hoy, “antes de que se ponga el sol, piensa en un acto que lleve a la conversión de otra persona y ejecútalo con todas tus fuerzas” (Spurgeon).