¡Él está vivo!
“Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25).
La muerte deja un vacío en el corazón, un anhelo que parece no tener fin. Cuando Jesús fue crucificado, sus amigos y los que lo seguían sintieron este vacío. El domingo tempranito, algunas mujeres fueron a la tumba con hierbas aromáticas; esa era una costumbre de la época. Cuando llegaron al lugar, se sobresaltaron por lo que vieron (¡o lo que no vieron!): el cuerpo de Jesús no estaba allí.
Entonces, dos personas que parecían hombres, vestidos con ropas tan brillantes como el sol, dijeron: “¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo? No está aquí, sino que ha resucitado” (Luc. 24:4-6). ¡Jesús estaba vivo! ¡Ya no había motivos para llorar!
Mientras vivamos en este mundo, sufriremos muerte, tristeza y dolor. Pero Aquel que resucitó tiene el poder de dar vida de nuevo (1 Cor. 6:14). Por lo tanto, podemos tener esperanza, ya que la muerte es solo un sueño. “Así como creemos que Jesús murió y resucitó, así también creemos que Dios va a resucitar con Jesús a los que murieron creyendo en él” (1 Tes. 4:14).
Jesús regresará un día a la Tierra, y los que durmieron en el Señor despertarán para vida eterna. ¡Él es el Dios de la vida!