El Dios feliz
«Les he dicho esto para que sientan la misma alegría que yo siento, y para que sean completamente felices» (Juan 15:11, PDT).
Quiero pedirte un favor: Cuando termines de leer esta oración, cuando llegues al punto final, cierra los ojos por un instante e imagina a Dios sonriendo.
¿Cuán fácil o cuán difícil te resultó hacer eso? En la Carta a Timoteo, Pablo lo exhorta a predicar «el glorioso evangelio del Dios bendito» (1 Tim.1:11). Estamos tan familiarizadas con estas palabras que las pasamos por alto, como si manejáramos en piloto automático. Sin embargo, la palabra griega que Pablo usa aquí es makariou, que no solo significa «bendito», sino también «feliz». Pablo estaba instruyendo a Timoteo a predicar «las gloriosas buenas nuevas del Dios feliz».
Dios es santo, sí, pero también es feliz. ¡Dios es mucho más feliz de lo que podemos imaginar! Él no actúa como una bibliotecaria de ceño fruncido que nos chista cuando hacemos el menor ruido en su biblioteca silenciosa. Dios no es un padre severo e imposible de complacer. ¡Dios es feliz! De hecho, si no lo fuera, el evangelio no sería una buena noticia. ¿A quién le gustaría pasar la eternidad con un Dios infeliz y amargado que siempre nos está rechistando? ¡A nadie! Trataríamos de evitar estar a su lado así como evadimos a las personas que siempre se andan quejando. Nos cruzaríamos de vereda y no le devolveríamos las llamadas.
En la parábola de los talentos, los siervos fieles son invitados con la frase: «Entra en el gozo de tu señor» (Mat. 25: 23). Otras traducciones dicen: «¡Ven a celebrar conmigo!» (NTV) y «Ven y alégrate con tu patrón» (PDT). A través de esta parábola, Dios nos invita a compartir su felicidad por la eternidad: «Ven, alégrate con la alegría que yo tengo».
Luego de invitar a sus discípulos a permanecer unidos a él así como las ramas están unidas a la vid, permaneciendo en su amor, Jesús dijo: «Les he dicho esto para que sientan la misma alegría que yo siento, y para que sean completamente felices» (Juan 15: 11, PDT). Aunque esto no implicaba que tendrían una vida libre de problemas, Jesús les dijo que si permanecían conectados a él, sentirían su misma y completa felicidad. Así que no hay lugar a dudas: nuestro Dios es un Dios feliz; y quiere que tú seas una hija de Dios feliz.
Señor, confieso que a veces pensaba en ti como un ser iracundo y severo, y me costaba imaginarte sonreír. Sin embargo, la Biblia enseña que tû quieres compartir tu felicidad conmigo por la eternidad. ¡Qué privilegio! Te agradezco porque toda felicidad fluye de ti.