Dios pensó en ella
«Ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios. Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios». 1 Corintios 6: 10, 11, NVI
Ella era la dueña de la casa de citas del pueblo, odiada y temida por las mujeres de la localidad y deseada por los hombres. Todo lo malo que podía afectar la vida de un ser humano se encontraba reunido en ella: calumniadora, chismosa, borracha, proxeneta y quién sabe qué otras cosas más. Él era el principal anciano de la iglesia en aquel lugar. Había dedicado su vida a los negocios y, por eso, era dueño de una modesta fortuna. Hombre profundamente espiritual y consagrado al servicio de la iglesia.
Él había permanecido soltero durante muchos años y ahora estaba buscando una mujer para casarse. Empezó a orar para pedir la dirección de Dios al escoger una esposa. Aquella mañana, después de su estudio devocional, se arregló y salió de su casa dispuesto a hacer lo que sentía que Dios le indicaba hacer. Llegó al prostíbulo del pueblo, pidió una cita con la dueña y, evitando los rodeos, le dijo:
—Soy soltero y soy cristiano, amo a Dios por encima de todas las cosas. He orado pidiéndole a Dios que me muestre una dama con la que me pueda casar para hacerla feliz. Él me mostró que debo casarme con usted. Por eso vine a pedirle que deje todo esto, que abandone su estilo de vida, que se case conmigo y que sirvamos juntos a Dios. Ella quedó boquiabierta y comenzó a llorar.
—¿Cómo puede Dios pensar en mí, sabiendo todo lo que soy y he hecho?
Ahora imagínate la sorpresa de la iglesia y de todo el pueblo. ¿Quién puede explicar lo que ocurre en la vida de una persona como esta? Ni ella misma lo pudo explicar, pero aceptó la oferta y hoy vive una vida nueva en Cristo Jesús. Los milagros son sobrenaturales y nadie los puede explicar. Y el mayor milagro que podemos presenciar no es una curación milagrosa o que el mar se abra en dos. El mayor milagro es una vida transformada por el poder de Cristo.
Si el Señor pudo cambiar la vida de la mujer de esta historia, ¿no crees que puede hacer lo mismo por ti? Hoy @Dios te dice: «Para mí no hay casos imposibles».