La bandera estrellada
“Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso. Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones” (Apocalipsis 15:3, NVI).
La noche era fresca y lluviosa, y Francis Scott Key estaba en la cubierta de un barco británico ayudando a procurar la liberación de un prisionero estadounidense especial. La Guerra anglo-estadonunidense de 1812 estaba en pleno apogeo. En la costa, Fort McHenry estaba siendo bombardeado por los buques de guerra británicos; y las explosiones iluminaban el cielo nocturno. De vez en cuando, entre los destellos rojizos, Francis Key podía ver la bandera estadounidense izada sobre los muros del fuerte. Sus colores ondulaban con la fuerte brisa que soplaba desde el océano, y Francis se preguntaba cuánto tiempo más se mantendría así. ¿Resistiría el fuerte el constante bombardeo? ¿Caería finalmente la bandera, hecha pedazos por las explosiones? Al amanecer, Francis subió a la cubierta y vio que la bandera seguía ondeando sobre el fuerte. Sus estrellas azules, y sus franjas rojas y blancas seguían ondeando airosa bajo la suave luz de la mañana, y el corazón de Francis se llenó de orgullo. Era el 14 de septiembre de 1814; Fort McHenry había resistido la prueba de la batalla, y la bandera continuaba en pie para demostrarlo. Francis se sintió tan inspirado que se sentó y escribió un poema que haría historia: esos versos se convirtieron en la letra de una de las canciones más queridas por los estadounidenses:
Amanece: ¿no veis a la luz de la aurora
lo que tanto aclamamos la noche al caer?
Sus estrellas, sus franjas, flotaban ayer,
en el fiero combate en señal de victoria.
Fulgor de cohetes, de bombas estruendo,
por la noche decían: “¡Se va defendiendo!”
¡Oh, decid! ¿Despliega aún su hermosura estrellada
sobre tierra de libres la bandera sagrada?
En 1931, este poema se convirtió en la letra del Himno Nacional de los Estados Unidos. Desde entonces, se lo enseña a los niños y a los inmigrantes, y se canta en casi todos los eventos de deportes profesionales del país.
Un día pronto, todos nos pondremos de pie sobre el mar de cristal y cantaremos un himno especial al Cordero. Juan lo observó todo en una visión. ¿No te gustaría haber estado allí para verlo también? El mar de cristal mezclado con fuego. Y allí, millones de fieles de pie, victoriosos sobre Satanás, cuyas tentaciones son cosa del pasado. Todos están agradecidos, y elevan un himno dedicado al Cordero, a Jesús.