Sueños rotos
“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza” (Jer. 29:11, NVI).
Cuando las cosas no salen como las planeábamos, a veces sentimos que ya no sabemos quiénes somos. Sheridan Voysey, autor y presentador de radio australiano, sintió exactamente esto cuando con su esposa descubrieron que no podían tener hijos. A veces, el conflicto entre nuestras expectativas, la cruda realidad y la omnipotencia divina es muy difícil de resolver. Hay situaciones que nos sacuden como un terremoto emocional y hacen que nos preguntemos: ¿Quién soy, si no soy madre, esposa, o una mujer exitosa en mi trabajo?
Para examinar sus preguntas, Sheridan decidió hacer un peregrinaje de 160 kilómetros por las costas del norte de Inglaterra. Durante su viaje, escribió en un diario reflexiones acerca de la identidad y los sueños rotos. Y aunque no encontró soluciones para su problema, la larga caminata con Dios le trajo paz y aceptación.
En uno de los pasajes más conmovedores de su diario, The making of us [La fabricación de nosotros], Sheridan rescata la belleza que puede emerger de las cenizas: “La mano que hace girar las galaxias me dio la vida. El que sostiene las estrellas me ha hecho suyo. Soy un hijo de Dios. Mi vida es plena, mis días son sagrados. Me sostiene un amor que es más ancho y más alto que los límites más lejanos de este universo en expansión. Soy un peregrino en este mundo, en búsqueda de sabiduría y maravillas. Comenzaré nuevas aventuras y seguiré a Dios, avanzando hacia lo desconocido. Las cosas que logro no son tan importantes como la persona en quien me estoy convirtiendo. Por lo tanto, voy a imitar al que dejó que sus manos fueran perforadas […] El camino es largo y el terreno, a veces, difícil. Pero aun así, no desearé vivir la vida de otro. Tomaré mi lugar y haré mi parte. Si no lo hago, se perdería algo importante, porque la mano que hace girar las galaxias me quiere aquí”.
Los sueños rotos no rompen tu identidad. Por doloroso que sea ver tus anhelos despedazarse, tu identidad nunca está en juego. El Dios que hace girar las galaxias aún te sostiene en la palma su mano. Aún hay un propósito y un plan para tu vida. Tu historia es única y tu voz cuenta.
Señor, te pido que sanes mi corazón y seques mis lágrimas. Ayúdame a ver la belleza que emerge entre los escombros y las cenizas. Ayúdame a entender que mi identidad y mi propósito son inamovibles.
Amen