¿Me perdonas?
“Porque tú, Señor, eres bueno y perdonas; eres todo amor con los que te invocan” (Salmo 86:5).
Nadie se despierta pensando: “Hoy voy a hacerle daño a mi amigo”, “Quiero desobedecer a mi padre y a mi madre” o “Necesito hacer algo mal”. De hecho, nos esforzamos por no hacerlo. Queremos hacer lo correcto, pero a pesar de nuestros esfuerzos seguimos cometiendo errores. ¿Te pone triste? Lo peor es que, muchas veces, los errores que cometemos entristecen y dañan a otras personas que están a nuestro lado y a las que nunca querríamos herir. Trata de recordar la última vez que desobedeciste a tus padres. No estaban contentos con lo que pasó, especialmente con el hecho de tener que corregirte.
Sería bueno si pudieras retroceder en el tiempo y revisar lo que has hecho mal, a fin de hacer otra cosa o elegir otra respuesta. Pero eso no es posible; no puedes deshacer el error que cometiste. ¿Qué hacer entonces? La solución es mostrar un arrepentimiento sincero. ¿Has probado esto? Pedir perdón no es solo decir unas pocas palabras para resolver todo de una vez.
Sin quererlo, también tomamos decisiones que lastiman a Dios. Decimos palabras que lo afligen y actuamos de formas que él desaprueba. A pesar de esto, no debemos tener miedo o vergüenza de pedir perdón. Dios siempre está dispuesto a perdonar. Quiere darnos un corazón nuevo, puro y limpio de todo mal. Día a día nos llena de esperanza, como si dijera: “Te equivocaste, pero yo estoy aquí para ayudarte a que te levantes y no vuelvas a hacerlo”. Estas palabras nunca deben abandonar nuestro corazón.
