“Compre cuatro, y lleve uno gratis”
“¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el permiso de vuestro Padre. Pues bien, aun vuestros cabellos están todos contados. Así que no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Mateo 10:29-31).
¿Cuántos pajarillos me darías por un cuarto? –pregunta el comprador.
–Dos –responde el vendedor–. Pero por dos cuartos te doy cinco. Uno te sale gratis.
Este el típico regateo en el mercado público. En Mateo leemos: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? (Mat. 10:29). Lucas, por su parte, dice: “¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos?” (12:6). Sin lugar a dudas, para quien estuviera dispuesto a pagar dos cuartos, un pajarillo le salía gratis.
¿Hay alguna contradicción entre los dos Evangelios? En absoluto. Tal como lo señala William Barclay, es muy probable que Jesús haya usado ambas versiones de lo que seguramente era un dicho popular en aquel entonces (The Mind of Jesus, p. 111).
¿Cuál es el punto importante del relato? Lo encontramos al leer el versículo completo en Lucas: “¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios” (Luc. 12:6). Para el vendedor, ese quinto pajarillo no tenía valor alguno; por eso lo daba gratis cuando, en vez de dos, le compraban cuatro. Pero Jesús dice que ninguno de ellos está olvidado delante de Dios. ¡Hasta el quinto pajarillo tenía valor para él!
“¿No se venden dos pajarillos por un cuarto?” El “cuarto” era una moneda romana de cobre que valía 1/16 de un denario; y el denario era el pago diario de un agricultor (Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 51). La implicación obvia es que el valor de un pajarillo en el mercado no era, por cierto, mucho; pero esto no impedía que fuera valioso para Dios. ¡Cuánto mayor es, por lo tanto, tu valor y el mío para Dios! Y para que no quedara la menor duda al respecto, el Señor añadió: “Más valéis vosotros que muchos pajarillos”.
¿Qué nos da tanto valor ante Dios? No son, por cierto, nuestros logros. Tampoco nuestra apariencia personal o la cuenta bancaria. Lo que nos da tanto valor es el hecho de que somos sus hijos amados. Tan amados, que por nosotros murió Cristo, en una cruz, para darnos vida eterna.
¿No es esta una gran noticia? De hecho, ¿no es esta la mejor noticia para comenzar un nuevo día?
Gracias, Padre celestial, por ver en nosotros un tesoro de gran valor. Ayúdanos a vivir hoy a la altura de nuestra dignidad como tus hijos, y como príncipes y princesas de tu Reino.
Amén, bendiciones