Fracasos colosales
“Pero yo he rogado en oración por ti, Simón, para que tu fe no falle, de modo que cuando te arrepientas y vuelvas a mí fortalezcas a tus hermanos” (Luc. 22:32, NTV).
Mi amigo Dennis me prestó un libro: The Book of Heroic Failures [El libro de los fracasos heroicos]. Es, básicamente, un compendio humorístico de los fracasos más colosales y los planes más torpes jamás ideados por el hombre. El libro incluye la historia del peor robo del mundo (en el que el ladrón perdió cerca de cinco libras esterlinas intentado robar a una cajera de un supermercado); la historia del peor inventor del mundo (Arthur Pedric, quien patentó 162 invenciones, pero ninguna exitosa); y la historia del peor torero del mundo (“El Gallo”, quien salía despavorido en cuanto veía al toro). El autor, Stephen Pile, escribió este libro porque cree que el éxito está sobrevalorado y que relatar los fracasos es tan importante como contar las victorias.
Los autores de la Biblia parecen haber tenido la misma perspectiva. Una y otra vez se niegan a “retocar digitalmente” la imagen de los personajes bíblicos para borrarles sus defectos y fracasos. Así es como sabemos que Moisés fue un gran líder, pero también un asesino; Elías un gran profeta, pero también sufrió ansiedad y depresión; Juan Marcos, un excelente evangelista, pero también abandonó a Pablo y a Bernabé en pleno viaje misionero.
Que los hombres y las mujeres de la Biblia no sean como las imágenes de los vitrales de las iglesias, sino de carne y hueso, me llena de esperanza. Si Dios puede usarlos a ellos y redimir sus errores, también puede usarme a mí y redimir los míos. Dios no censura nuestro pasado. Él no toma la historia de nuestra vida y con un marcador negro tacha todas las partes vergonzosas. Más bien, incorporando todos los capítulos, aun los más tristes, Dios reescribe nuestra historia. No niega nuestro pasado, sino que lo redime, perdonándonos y dándonos la oportunidad de escribir juntos un final diferente. Cuando Jesús escogió a Pedro como su discípulo, él ya sabía que en su momento de mayor necesidad Pedro negaría conocerlo (Juan 18:17). Sin embargo, ¡lo escogió de todos modos! Durante la Última Cena, Jesús le dijo a Pedro que, si después de negarlo se arrepentía, él lo usaría para fortalecer a sus hermanos (Luc. 22:32). Así como la historia de Pedro, la tuya y la mía no tienen por qué terminar con un fracaso. Dios se especializa en transformar errores y reescribir historias.
Señor, te agradezco porque tu poder para redimir se extiende a todos y cada uno de mis errores. Hoy no escondo mis fracasos, sino que te los entrego. ¡Transfórmalos para tu gloria!