Nuestro pasaporte
«A los que lo aceptaron y creyeron en él, les dio el derecho de ser hijos de Dios» (Juan 1: 12, PDT).
Recuerdo haber leído la historia de una mujer refugiada que escapó del caos de su país con sus tres hijos. Las pertenencias de los cuatro cabían en una pequeña mochila que ella cargaba en su espalda. Mientras viajaban a pie, a merced de los traficantes, un hombre vino y robó los pasaportes de todos. Si no podían comprobar su identidad, no podrían cruzar la frontera. La madre oró, desesperada. Milagrosamente, pudieron recuperar sus pasaportes y llegar a destino a salvo.
Satanás usa la misma táctica que esos traficantes. Él sabe que si puede robarnos la identidad, nunca llegaremos a nuestro elevado destino. Sin embargo, es nuestro pasaporte y en sus páginas se declara tajantemente quiénes somos: somos hijas de Dios (ver Juan 1: 12). Fuimos compradas por un gran precio y le pertenecemos a él (1 Cor. 6:19-20). Somos miembros del cuerpo de Cristo (1 Cor. 12: 27). Fuimos escogidas y adoptadas como hijas de Dios (Efe. 1: 3-8). Fuimos redimidas y perdonadas de todos nuestros pecados (Col. 1: 13-14). Somos libres de toda condenación y nada puede separarnos del amor de Dios (Rom. 8:31-39). Estamos escondidas con Cristo en Dios (Col. 3:1-4). Dios completará la obra que comenzó en nosotras (Fil. 1: 6). Somos nacidas de Dios y el enemigo no puede tocarnos (1 Juan 5: 18). Somos una rama de Cristo Jesús, la vid verdadera, y su amor fluye a través de nosotras (Juan 15: 5). Fuimos escogidas para dar buenos frutos (Juan 15:16). Somos el templo de Dios (1 Cor. 3:16). ¡Esta es nuestra verdadera identidad! Esto es lo que Dios dice cuando habla de nosotras. Si aceptamos cualquier otro discurso, estamos adoptando una identidad falsa.
Los pasaportes de todos los países tienen un párrafo en las primeras páginas en el que se pide, en nombre del gobierno de la nación, que se permita al portador pasar libremente y que se le brinde toda la asistencia y protección necesarias. Mi pasaporte inglés pide esto en nombre de Su Majestad, la reina Isabel II del Reino Unido. Cuando aceptamos la identidad que Dios nos da, tal y como la describe nuestro pasaporte, recibimos acceso, asistencia y protección, en nombre del Rey de reyes y Señor de señores. ¡No permitas que nadie te robe tu identidad!
Señor, hoy recibo mi identidad. Acepto ser quien tú dices que soy como la única verdad. Soy tu hija amada y escogida. Mi vida tiene sentido y propósito. Nada ni nadie puede arrancarme de tu mano.