Cuando nos asalte la duda
“Al oír Juan en la cárcel los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos a preguntarle: ‘¿Eres tú aquel que había de venir o esperaremos a otro?’ ” (Mateo 11:2, 3).
Aunque parezca extraño, el Juan de quien habla nuestro texto de hoy es el mismo que en una ocasión, al ver que Jesús pasaba cerca, dijo de él: “Este es el Cordero de Dios” (Juan 1:36). Después de llamarlo “el Cordero de Dios”, ¿pregunta si es el Mesías?
Para el momento de esa pregunta, el Bautista ha estado varios meses en la cárcel. Durante ese tiempo, no ha escuchado que Jesús haya intentado liberarlo. En cambio sí ha escuchado de sus poderosas enseñanzas, de sus milagros y de cómo su fama se extendía “por toda Judea” (Luc. 7:17).
El caso es que el ministerio de Jesús, tan enfocado en obras de misericordia, en nada encajaba con el mensaje que el mismo Juan había anunciado. Ese mensaje, por cierto, no hablaba de misericordia, sino de juicio: “Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego” (Mat. 3:10). “El que viene tras mí […] él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (vers. 11). ¿Dónde estaba el fuego?
¿Qué dijo el Señor a los emisarios del Bautista? No les dio una respuesta inmediata. En cambio, continuó con su obra: “En ese mismo momento, Jesús sanó a muchos que tenían enfermedades, plagas y espíritus malignos, y a muchos ciegos les dio la vista”. Luego dijo a los emisarios: ‘Cuéntenle a Juan lo que han visto y oído’ ” (Luc. 7:21, 22).
En otras palabras: “Díganle a Juan que la profecía mesiánica de Isaías se está cumpliendo al pie de la letra”. ¿En qué sentido? “El Señor me ha […] enviado a proclamar buenas noticias a los afligidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a anunciar libertad a los cautivos […]” (Isa. 61:1, RVC).
¿Cuál es la lección? Cuando pienses que Dios te ha abandonado, o abrigues dudas acerca de si cumplirá o no sus promesas en tu vida, recuerda que el plan de Dios avanza, no según “tu agenda”, o la mía, sino de acuerdo con sus divinos propósitos. Recuerda, además, que lo que no entiendes ahora, lo entenderás después. Por sobre todo, recuerda sus palabras al Bautista: “¡Bienaventurado el que no tropieza por causa de mí!” (Luc. 7:23, RVC).
Bendito Jesús, oro para que tus propósitos se cumplan en mi vida, según tu voluntad; y para que, cuando me asalte la duda, mi fe pueda apoyarse completamente en ti.
Amo está meditações, obrigada! Que Deus os abençoe amplamente!