Bonsái
“Mi mandato es: ‘¡Sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni te desanimes, porque el Señor tu Dios está contigo dondequiera que vayas’ ” (Jos. 1:9, NTV).
A mi amiga Anne siempre le gustaron los árboles bonsái y quería comprar uno para su oficina. Sin embargo, el día que fuimos a visitar los Reales Jardines Botánicos de Kew, en Inglaterra, todo cambió. Estábamos admirando la exhibición de bonsáis con un grupo de amigas, cuando Joanna, que es bióloga, comenzó a explicar las técnicas utilizadas en este arte milenario. Para reducir el tamaño de las plantas se usan diversas técnicas, como la poda, el alambrado y el cortado de raíces. Pero la idea de trasplantar al bonsái cada dos o tres años y recortar sus raíces hasta la mitad de su volumen horrorizó a Anne. “Esto es lo que hacemos con nuestras vidas”, me dijo ella mientras charlábamos días después. “Dios nos creó para ser libres, grandes y valientes, pero nosotras preferimos una vida en miniatura; segura y linda, pero con las raíces truncadas”.
¿Con qué soñabas cuando eras pequeña? Yo siempre quise vivir una aventura con Dios, predicar el evangelio y ganar almas para Cristo. Muchas de nosotras teníamos sueños grandes y una fe viva cuando éramos chicas. Sin embargo, la realidad, los miedos y las decepciones lograron que dejemos nuestros sueños a un lado y nos conformáramos con una vida bonsái. En un terrible trueque, intercambiamos nuestra pasión por previsibilidad. Pero al intentar minimizar y eliminar todos los riesgos, no solo renunciamos a nuestros sueños, sino también a Dios. En Waking the Dead [Despertar a los muertos], el autor cristiano John Eldredge escribe: “Si no estás en la búsqueda de una aventura peligrosa en tu vida, bueno, entonces no necesitas un Guía.
Si no te has encontrado en medio de una guerra feroz, entonces no necesitas un experimentado Capitán”. Si vamos a pelear la buena batalla y con coraje tomar nuestro lugar, vamos a necesitar a Dios continua y desesperadamente. Habrá muchas emboscadas y cambios en la ruta; habrá sorpresas y problemas. Pero a nuestro lado, en esta impredecible aventura de fe, marchará el Invencible.
Señor, perdóname por vivir sin coraje; por buscar mi seguridad y comodidad mucho más que tu Reino. Ayúdame a tomar decisiones valientes esta semana. Sé que puedo enfrentarme a mis miedos, porque estás a mi lado. Muéstrame lo que quieres hacer con mi vida. Comparte tus sueños y planes conmigo. Estoy dispuesta a seguirte, a dejar el control y la seguridad atrás.
Amén, necesito y quiero una aventura con ud. Padre, donde mi fe crezca y sea fuerte. Amén