Fin del racionamiento en tiempos de guerra
“Ciertamente vienen días, dice Jehová, el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová” (Amós 8:11, RVR 95).
¿Alguna vez te han dicho que puedes comer un solo pedazo de pastel o solo una galleta? ¿Te imaginas que te dijeran que puedes comprar leche solo los martes, combustible los jueves, y que no puedes comprar naranjas? Durante la Segunda Guerra Mundial, en la década de 1940, ocurrió exactamente eso: toda la comida que se podía ahorrar se enviaba al campo de batalla para ayudar a alimentar a millones de soldados. Alemania, Italia y Japón buscaban dominar el mundo, y el racionamiento de alimentos era solo una forma de ayudar a los Aliados que luchaban para defender la libertad de los pueblos.
El racionamiento comenzó en 1943. Se registró a las familias en sus escuelas locales y, según la cantidad de integrantes de cada familia, se les entregaban cupones con sellos de racionamiento; estos se convirtieron en una especie de moneda, o dinero. Los sellos rojos compraban carne, mantequilla, grasa y aceite. Los sellos azules compraban verduras enlatadas y secas, frutas, sopas, alimento para bebé, y salsa de tomate. También se racionaban los zapatos, el café, los neumáticos y el combustible. Vivir en guerra significaba un sacrificio diario, pero pocas personas se quejaban porque sabían que los hombres y las mujeres en el campo de batalla estaban haciendo un sacrificio mayor. Un cartel de racionamiento decía: “Arréglate con menos: así ellos tendrán suficiente”.
En Estados Unidos, eso terminó el 23 de noviembre de 1945, casi dos meses después de concluida la guerra. El gobierno puso fin al racionamiento de algunos alimentos, como la carne y la mantequilla. Estaban todos tan emocionados que, probablemente, salieron corriendo a comprar algo especial para poder hacer una fiesta y celebrarlo. Tal vez incluso compraron algo de lo que había sido racionado durante la guerra, si es que pudieron encontrarlo. Lo más probable es que los productos básicos tardaran semanas en volver a las estanterías de las tiendas, y meses antes de que estas volvieran a estar repletas de los productos favoritos de todos.
Algún día volverá a haber escasez, pero esta vez no será de alimentos, zapatos o gasolina. Será una escasez de la Palabra de Dios. La gente correrá de aquí para allá, buscando palabras de consuelo del pueblo de Dios o de la Biblia, pero el período de prueba de la tierra habrá terminado.
El tiempo de salvación habrá pasado. No dejes que eso te suceda. Comienza a almacenar la Palabra de Dios en tu corazón hoy y, cuando llegue el fin, Jesús te dará toda la fuerza que necesitas.