¡No!
“Podemos hacer nuestros planes, pero el Señor determina nuestros pasos” (Prov. 16:9, NTV).
Abby, la hija de una de mis amigas, está empezando a decir sus primeras palabras. En este momento, su palabra preferida es “no”. Su mamá, Liubov, la está criando para que sea bilingüe y le habla en ruso. Así que, cada vez que Abby no quiere algo, dice con su vocecita aguda y sus enormes ojos pardos: “¡Nyet!”
—Abby, ¿quieres más jugo?
—Nyet.
—Abby, ¿leemos otro cuento?
—Nyet.
—Abby, ¿quieres comer lentejas?
—¡Nyeeeetttttttt!
Cierto día, mientras pasaba la tarde con Luyba y su familia, me emocionó notar cuán rápido está creciendo su hija. Decir que “no” es una habilidad absolutamente necesaria para la vida adulta. Así que, cual paparazzi, le tomé muchísimas fotos para conmemorar este hito de desarrollo. Debo confesar que cuando es Dios quien me dice que “no”, no me parece tan bonito. Definitivamente, no saco el teléfono celular para capturar la “magia” del momento (tal vez, debería hacerlo…).
Cada “no” de Dios es la puerta que nos conduce a un “sí” muchísimo más grande. Por supuesto, en el momento no lo parece. “Un frustrante ‘no’ puede estar preparando el camino para un próximo ‘sí’. Después de todo, tenemos un Padre amoroso que sabe cosas que nosotros no sabemos. Y, algunas veces, él necesita ‘arruinar’ nuestros planes para poder realizar los suyos”, escribe Alicia Bruxvoort en su artículo “When God’s NO Today is Protecting His YES Tomorrow, Proverbs 31”. No hace falta que entendamos la forma en la que Dios está obrando para que aceptemos su voluntad. Lo único absolutamente necesario es que confiemos en que nos ama.
Puede que el “sí” de Dios sea completamente diferente de lo que esperábamos; puede ser que nos sorprenda o que solo lo comprendamos en el cielo. Sin embargo, estoy convencida de que un día repasaremos la historia de nuestra vida y notaremos que cada “no” merecía una foto. Porque cada “no” nos condujo más cerca de Aquel que es el Sí y el Amén.
Jesús, cuando tú me dices que no, lo haces siempre por mi bien. Cada “no” tuyo me conduce a un “sí” mucho más grande. Cuando no entiendo lo que sucede, ayúdame a confiar en que tú me amas, a anclar mis expectativas en quién tú eres y no en lo que puedo ver. Amén.
Amen, mi Dios y mi Señor eres el si grande e inesperado, y amén, que necesito y espero. Amén y amén