Desanimarse es normal, pero vivir desanimada es pecado
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar” (Mat. 11:28).
El desánimo es la falta de motivación y de energía. Son muchas las circunstancias diarias que nos lo pueden provocar; pero no podemos permitir que se vuelva permanente en nuestra vida. Por supuesto que hay situaciones que pueden llevarnos a perder el ánimo; cuando esto ocurre, podemos ser sostenidas por la promesa maravillosa de Dios: “Ven a mí, que yo te haré descansar”.
El desánimo puede llevarnos a dudar del cuidado de Dios, y a sentirnos solas e incapaces de sortear los obstáculos. Hace que la vida nos parezca un camino siempre cuesta arriba y que el cansancio nos haga tropezar. Nos hace sentir que caminamos por un desierto interminable que nos agobia, hasta convencernos de que no podemos continuar. Eso es parte del precio que pagamos por vivir en un mundo alejado de Dios. No obstante, hacer de esto un estilo de vida nos lleva a perder el sentido de gratitud y esto ofende a Dios.
Y es lo mismo hoy para nosotras, cuando lidiamos con una enfermedad, con dificultades matrimoniales, con escasez de recursos económicos para sustentar a la familia, entre otras dificultades. La falta de fe, la ingratitud, la desconfianza y la duda asumidas como hábitos son un pecado que lastima el corazón de Dios y nos hace insensibles a sus promesas.
Josué reconoció y obedeció la voz de Dios: “Nadie podrá hacerte frente en todos los días de tu vida […]. Esfuérzate y sé valiente […]. Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley […]. No temas ni desmayes” (Jos. 1:5, 6, 8, 9, RVR 95). Las indicaciones dadas a este siervo de Dios son las mismas para ti, que vives intentando conquistar la tierra prometida. Para vencer el desánimo, sigue estos consejos de Dios:
- Esfuérzate: las “ganas” surgen con la ayuda de Dios y con decisión.
- Sé valiente: la fuerza de Dios está contigo.
- No desmayes: si te cansas, reposa en el regazo de Dios y sigue adelante.
- Ten valor y firmeza: no desistas; la salida está cerca cuando sigues la dirección indicada por Dios