Ralentizar el proceso
“Pero no los expulsaré a todos en un solo año, porque la tierra quedaría desierta y los animales salvajes se multiplicarían y serían una amenaza para ti. Los expulsaré poco a poco, hasta que tu población aumente lo suficiente para tomar posesión de la tierra” (Éxo. 23:29, 30, NTV).
A veces Dios obra de manera instantánea: abre el Mar Rojo y hace desaparecer al ejército enemigo en cuestión de segundos. Otras veces —en mi experiencia, la mayoría de las veces—, Dios obra gradualmente, poco a poco. Cuando el pueblo de Israel estaba a punto de tomar la Tierra Prometida, Dios les dijo que expulsaría a los heveos, cananeos e hititas; pero que lo haría gradualmente. Esta demora tenía un propósito claro: darles tiempo para crecer, “hasta que seas lo bastante fuerte para tomar posesión de la tierra” (Éxo. 23:30, NVI).
Cuando Dios nos llama de una manera especial, plantando un sueño en el corazón, podemos sentir cierta impaciencia. Si Dios puede darnos el trabajo, el ministerio o la pareja ideal en cuestión de segundos, ¿para qué perder el tiempo? Cuando luchamos con un defecto de carácter, o con heridas del pasado, la misma pregunta nos asedia: ¿Por qué el proceso es tan tediosamente lento? Lo que ignoramos es que Dios puede desacelerar deliberadamente un proceso para bendecirnos. ¡La demora es una herramienta de bendición! Lo rápido no siempre es lo mejor. Dios escoge ralentizar algunos procesos para darnos la oportunidad de crecer, de echar raíces fuertes y capaces de sostener el peso del fruto. Imagina lo que sucedería si un árbol diera toneladas de frutos antes de que sus raíces y ramas fueran lo suficientemente fuertes. ¡Se tumbaría y moriría!
Poco a poco, a medida que el árbol se fortalece, va dando más fruto; así también nuestras vidas. En el artículo “Little by Little”, en Christianity Today, leemos: “Cualquier cosa que requiera nuevas maneras de pensar […] naturalmente seguirá el principio del ‘poco a poco’, porque un cambio de pensamiento es progresivo. Si entendemos esto, colaboraremos con el proceso”. Sé fiel con lo que tienes ahora, confía en el proceso y a su tiempo recibirás la Tierra Prometida.
Señor, si hay un proceso en mi vida que estás ralentizando deliberadamente, ayúdame a comprenderlo y a colaborar contigo. Quiero hacer mi parte hoy, aunque no sea glamorosa, o lo que preferiría estar haciendo. Si es tiempo de echar los cimientos, me concentraré en ello; ya llegará el tiempo de decorar. Confío en que tú harás tu parte y en que me estás bendiciendo con la demora. En el momento correcto, recibiré mi herencia completa.