“Saldrá de ellos acción de gracias”
“Saldrá de ellos acción de gracias y voz de nación que está en regocijo” (Jeremías 30:19).
En noviembre de 2015, mientras Denzel Washington participaba en una cena benéfica celebrada en una iglesia de la ciudad de San Luis, Misuri, el renombrado actor estadounidense dijo: “Todos los días hay que dar gracias por las bendiciones de Dios. Todos los días. Abraza la gratitud. Anima a otros. Es imposible ser agradecido y desgraciado al mismo tiempo. Oro para que pongas tus pantuflas debajo de la cama cada noche, para que al levantarte por la mañana tengas que arrodillarte para encontrarlas. Y mientras estás ahí, di: ‘Gracias’ ”.
Un proverbio judío dice: “Ser agradecido es como ofrecer la mejor harina a Dios”. El salmista pone en boca de Dios estas palabras: “El que me ofrece su gratitud, me honra” (Sal. 50:23, DHH). Y es que la gratitud es una forma sublime de alabar a nuestro Creador. Lo que acabo de decir lo ilustró Jesús al referirse a la curación de los diez leprosos. Aunque los diez fueron sanados, Lucas dice lo siguiente: “Uno de ellos, al verse limpio, regresó alabando a Dios a grandes voces, y se arrodilló delante de Jesús, inclinándose hasta el suelo para darle las gracias” (Luc. 17:15, 16, DHH). En este texto “alabar a Dios a grandes voces” y “darle las gracias” son expresiones paralelas. Luego, el mismo Jesús dirá: “¿Acaso no eran diez los que quedaron limpios de su enfermedad? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Únicamente este extranjero ha vuelto para alabar a Dios?” (vers. 17, 18, DHH). Alabar a Dios conlleva acudir ante su presencia y agradecerle por lo que ha hecho por nosotros.
Quizá supongamos que debería ocurrir un milagro maravilloso antes de que de nuestros labios fluya una frase de gratitud a Dios. No obstante, cada paso de nuestra vida es un milagro en sí mismo. Elena de White dijo: “Cada respiración, cada latido del corazón es una evidencia del cuidado de Aquel en quien vivimos, nos movemos y somos. Desde el insecto más pequeño hasta el hombre, toda criatura viviente depende diariamente de su providencia” (La educación, p. 131).
Hagamos de cada momento de nuestra existencia un motivo de gratitud a nuestro Creador. Esto nos hará más felices a nosotros, y también hará muy feliz a nuestro Dios. Hoy podemos vivir la promesa: “Saldrá de ellos acción de gracias” (Jer. 30:19).