Un mundo mejor
«Si te dedicas a ayudar a los hambrientos y a saciar la necesidad del desvalido, entonces brillará tu luz en las tinieblas” (Isa. 58:12, NVI).
En España hay un programa de ocho episodios titulado “Un mundo mejor”. En él aparecen personas que cada día valoran el regalo de la vida, y se demuestra que las discapacidades son una muestra más de diversidad, no un problema.
Allí contaron la historia de Daniel Álvarez, un hombre sordo y ciego, que se comunica por un sistema de signos táctil que recibe en su mano. Está casado, tiene una hija y trabaja. Todo a pesar de su “impedimento”. Con un toque le basta para no sentirse aislado del mundo. Historias como esta son muy motivadoras, nos hacen poner las cosas en perspectiva, ser más agradecidos, más respetuosos y tolerantes.
Pero seguramente en tu vida diaria muchas veces crees que las cosas son mucho más terribles de lo que en realidad son, o estás acostumbrado a vivir con personas que tienen esto como actitud default, personas muy difíciles de tratar.
Rafal Santandreu, en su libro Nada es tan terrible, menciona que estas personas en realidad son una oportunidad que se nos da para adquirir más fortaleza. Cuando las personas ven todo desde una plataforma “terribilizadora”, están exagerando porque ven las cosas de una manera equivocada. La forma en que podemos ayudar a esa persona es tratándola con compasión y amor. Podemos usar el humor, el amor, seguirles la corriente un poco o dejarlos solos un rato. A veces pretendemos que las personas sepan hacer todo, o demandamos un cambio instantáneo, dudamos de sus buenas intenciones o simplemente no transmitimos correctamente las ideas positivas o las soluciones posibles.
Para esto, el autor propone el uso de las 3 P: persuasión, pedagogía y perseverancia. Por medio de la persuasión, podemos usar ideas buenas, constructivas, expresarlas con alegría y no proponerlas como una imposición. Por la pedagogía, asumimos que ni el otro sabe todas las cosas, ni yo las sé. La crisis puede ser un momento de aprendizaje y crecimiento. La perseverancia es necesaria, porque es por medio de la paciencia y la constancia que se logran los mayores bienes.
Todos tenemos trato con personas difíciles. Quizá nosotros somos los difíciles y lo reconocemos. Pero así como le pasa a Daniel, para quien “nada es tan terrible”, podemos adoptar una actitud positiva y, ¿por qué no?, ser ese contacto amoroso que le permite al otro saber que no está aislado del mundo hoy.