“Yo soy tu escudo y tu galardón”
“Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: ‘No temas, Abram, yo soy tu escudo, y tu recompensa será muy grande’ ” (Génesis 15:1).
¿Cuáles son “esas cosas” que no menciona nuestro versículo para hoy? Las que se relatan en el capítulo 14 de Génesis. Cinco reyes, entre los que se contaban los de Sodoma y Gomorra, trataron de rebelarse contra el yugo que les había impuesto Quedorlaomer. Estos cinco reyes enfrentaron en el valle de Sidim la alianza que lideraba Quedorlaomer, pero fueron derrotados tan completamente que, según dice la Escritura, Quedorlaomer, junto con otros tres reyes que lo apoyaban, “tomaron toda la riqueza de Sodoma y de Gomorra, y todas sus provisiones, y se fueron” (Gén. 14:11).
¿Recuerdas qué personaje fue tomado cautivo en esa ocasión? “Tomaron también a Lot, hijo del hermano de Abram, que habitaba en Sodoma, y sus bienes” (vers. 12). Cuando Abram se enteró de lo sucedido, armó a sus 318 criados y, gracias a un sorpresivo ataque nocturno, “recobró todos los bienes, y también a su sobrino Lot” (vers. 16).
Ahora es fácil entender el porqué del mensaje del Señor a Abram que refiere nuestro texto de hoy. Abram tenía buenas razones para estar preocupado: ¿Qué tal si alguna de las naciones a las que derrotó decidía tomar venganza contra su familia?
Entonces se pone de manifiesto esa cualidad que hace de nuestro Dios un verdadero Padre celestial. Primero, le había dado la victoria a Abram al enfrentar a un ejército mejor entrenado para la guerra. Luego, cuando lo asaltan los temores, le comunica a su hijo un mensaje de seguridad en visión: “No temas –le dice–. Yo soy tu escudo, y tu galardón será muy grande”.
Dios había sido su escudo en la batalla y lo seguiría siendo. Nadie podría tocarlo sin su permiso. Además, también sería su galardón, su recompensa.
¿Qué podría faltarle mientras el Dueño de todas las riquezas estuviera a su lado?
“Yo soy tu escudo y tu galardón”. ¿Puede haber un mensaje más alentador al comienzo de un nuevo día? Dios quiere recordarte que él conoce todos tus temores y también tus necesidades. Por eso te dice: “No temas. Cuando enfrentes tus batallas, estaré contigo. Y cuando tengas necesidad –de alimento, de fuerzas, de ánimo, de protección–, confía en que recibirás amplia provisión porque yo soy tu Padre celestial”.
Gracias, Padre celestial, porque eres mi escudo y mi galardón. Camina conmigo a lo largo de este nuevo día, porque nada tengo que temer mientras estés a mi lado.
Es un consuelo muy grande saber que Dios mismo es nuestro escudo y nuestro galardón. ¿Podemos apropiarnos de las palabras de Dios aunque hayan sido pronunciadas por El para otras personas, en tiempos antiguos?