Cactus bailarín
“Así que si ustedes, gente pecadora, saben dar buenos regalos a sus hijos, cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes lo pidan” (Luc. 11:13, NTV).
Hace unos años, mi amigo Lenny me regaló uno de esos muñecos que se mueven al sol. Es un cactus bailarín, con sombrero mejicano y bigotes. Lo puse en el alféizar de la ventana del comedor, junto a mi colección de cactus y plantas suculentas. ¡Siempre me pareció supersimpático! Sin embargo, cuando mis amigas vienen a visitarme no pueden tolerar el ruido que hace. En el comedor tengo un sofá cama en el que ellas duermen. El problema es que cuando el primer rayo de sol entra por la ventana, el cactus comienza a bailar. Y cuanta más luz hay, sus bracitos más rápido se mueven, haciendo más y más ruido: Tic, tac, ¡TIC! ¡TAC! ¡TIIICCC! ¡TAAACC! La única solución es recordar que hay que meterlo en un cajón antes de ir a dormir. Si le da el sol, no para de moverse.
Yo no hago absolutamente nada para que el cactus bailarín se mueva. Por supuesto, si tuviera suficiente tiempo que perder, podría cubrir el panel solar con un pedazo de cinta adhesiva y dedicarme a moverlo a mano (aunque nadie mínimamente cuerdo haría algo así). Cuando se trata de nuestras vidas, sin embargo, continuamente hacemos esto. Dependemos de nuestra propia fuerza en lugar del Espíritu Santo. Pensamos que estamos demasiado ocupadas como para orar y pasar tiempo con él. O comenzamos el día con él, pero a mitad de camino nos olvidamos de permanecer conectadas y permitimos que el estrés se trasforme en ese trozo de cinta que cubre el panel solar. Sin embargo, hay una mejor manera de vivir: tal como sucede con mi cactus bailarín, si no obstruimos el paso de la luz, inevitablmente nos moveremos.
“Dios quiere guiarte a lugares a los que no puedes llegar sin él, por medio de su Espíritu”, escribe Stormie Omartian en Lead me Holy Spirit [Guíame, Espíritu Santo]. Dios desea lograr que “dependas de él, que seas guiado y capacitado por él.
Cuando reconozcas su voz que habla claramente a tu corazón, tu vida nunca será igual”.
Gracias, Señor, por el don del Espíritu Santo. Ayúdame a no bloquear el flujo de su poder y amor en mi vida. A lo largo del día de hoy, quiero permanecer conectada, pendiente de su voz, atenta a cada susurro. Ayúdame a depender completamente de tu poder y sabiduría.
Amen, quiero ser guiada y capacitad a por ti,