Israel temió a Jehová
Y vio Israel aquel grande hecho que Jehová ejecutó contra los egipcios; y el pueblo temió a Jehová, y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo. Éxodo 14:31.
La persecución de Israel terminó junto con el tiempo de gracia de los egipcios. Israel pasó por el medio del mar sin mojarse los pies, mientras oía los gritos del ejército perseguidor. Finalizada esa maravillosa experiencia de cruzar el mar por un camino seco abierto para ellos por Dios mismo, Moisés extendió su mano y las aguas que habían permanecido como una gran muralla volvieron a su curso natural. No escapó ni uno del vasto ejército egipcio. Todos perecieron en su deseo obstinado de cumplir su propia voluntad y rechazar los caminos de Dios. El faraón, con su corazón endurecido, procuró traer de vuelta a un pueblo ya liberado por el brazo del Omnipotente. Luchó contra un poder mayor que cualquier poder humano, y pereció con sus huestes en las aguas del Mar Rojo.
Tú también verás abrirse el Mar Rojo de tus perplejidades, y por tu confianza en Dios pasarás por cualquier crisis, ilesa y victoriosa. Solo necesitas creerlo y marchar hacia adelante. Dios ya decretó tu libertad. Los “egipcios” que hoy persiguen tu trabajo, familia, salud, situación legal, condición financiera o cualquier otro aspecto de tu vida quedarán atrapados detrás de ti, y no los verás de nuevo.
Se cumplió el propósito de Dios de fomentar la reverencia del pueblo y su respeto por su líder, Moisés. Cuando la justicia divina te defiende, es fácil glorificar a Dios, pero cuando estás en medio de una situación angustiante tal vez te preguntas dónde está él. Si crees que está distante, piensa por un momento y respóndete a ti misma con sinceridad esta pregunta: ¿quién se movió?
Que tu fe no necesite apoyarse en lo que ves. Cualquier cosa que haya ocurrido en tu pasado, déjala donde pertenece: en la historia. Empaca tu culpa y tu vergüenza en una caja, usa cinta adhesiva, séllala herméticamente y tírala al fondo del mar, donde pertenece. Si el enemigo viene a recordarte tu pasado, recuérdale su futuro. Deja que Jesús se encargue de tu pasado, a él solo le preocupa cuánto aprendiste y qué estás haciendo para recuperarte. Una vez vaciada de tu pasado, llena el espacio con las preciosas promesas de Dios.
Hoy, agradece a Dios y alábalo por todos los malos momentos que has vencido por la gracia divina.