¡Sorpresa!
“Solo yo puedo predecir el futuro antes que suceda. Todos mis planes se cumplirán porque yo hago todo lo que deseo” (Isa. 46:10, NTV).
Cuando mi amiga Kim decidió regresar a Australia, le organizamos una fiesta de despedida. El día de la fiesta, le vendamos los ojos, la subimos a un automóvil, dimos una vuelta por el barrio y finalmente fuimos al salón de jóvenes de la iglesia, donde todos sus amigos la esperaban y gritaron: “¡Sorpresa!” Kim me agradeció mucho por el gesto, pero me confesó que no la habíamos sorprendido. Su intuición y sentido de la orientación le habían dicho perfectamente hacia dónde nos dirigíamos.
A Dios nada lo sorprende. Cuando recibimos un diagnóstico terrible, cuando alguien nos engaña, cuando los sueños se hacen trizas, Dios no se sorprende ni entra en pánico. Los problemas de la vida pueden atraparnos con la guardia baja, pero Dios no conoce la incertidumbre. Él diseñó el plan de redención aun antes de crear el mundo (1 Ped. 1:20). Nada lo sorprende a Dios; ¡él está preparado para cualquier eventualidad! Sin importar cuán grande sea el obstáculo que debes superar hoy, Dios ya trazó un plan (mucho antes de que tu problema existiera).
Nos preocupamos porque tenemos una perspectiva pequeña y limitada de Dios. “En un esfuerzo por verlo como nuestro amigo, hemos perdido su inmensidad”, escribe Max Lucado en el artículo “God is never surprised”, de su sitio web personal. “En nuestro deseo de entenderlo, hemos tratado de contenerlo. El Dios de la Biblia no puede ser contenido. Él puso orden al caos e hizo la creación. No consultó a ningún comité. No pidió consejo […] Y él nunca, jamás, pronunció esta frase: ‘¿Cómo sucedió eso?’ ”
Nada sorprende a Dios. Desde su perspectiva, el pasado, el presente y el futuro son la misma cosa. Él, que es eterno y omnisciente, sabe exactamente lo que necesitas para este día. Recordemos las palabras de Elena de White en El ministerio médico: podemos gozar de perfecta paz si mantenemos “la mente centrada en él, quien es demasiado sabio para errar y demasiado bueno para perjudicarlos” (p. 58).
Señor, te agradezco porque, como nada te sorprende, puedo transitar el día de hoy en paz. Ya sea que reciba buenas o malas noticias, que haya sol o lluvia torrencial, tú ya lo sabías y ya preparaste un plan para mí.