El Dios que entiende
«Confortará mi alma». Salmo 23: 3, RV95
Escuché el sonido de mi teléfono y me desperté inmediatamente, al levantarlo, vi la hora: 2:30 de la madrugada. El mensaje estaba ahí en WhatsApp: «Pastor, no sé si usted alcanzará a ver este mensaje ahora o cuando ya esté muerta. Le escribo estas letricas porque sé que usted se preocupa realmente por mí y creo que merece que le dé una explicación. Soy una fachada nada más, pero por dentro no tengo nada, estoy completamente vacía. Perdóname, pastor, por fallar. Prefiero morirme antes que seguir en esta situación. No se sienta culpable porque usted hizo todo lo posible para ayudarme, pero no sé qué clase de persona soy y no sé en qué momento me perdí. Estoy muerta en vida, entonces, ¿qué más da morirme del todo?».
Esta dama era una profesional del derecho que enfrentaba una terrible lucha espiritual. Desde niña se dedicó a buscar en cada varón a su padre ausente y se degradó. Vino a la iglesia a buscar ayuda para deshacerse de su adicción. Allí las cosas estaban marchando bien, pero al parecer comenzó a flaquear, retrocedió y se cansó de luchar.
Tú y yo estamos expuestos a los golpes de la vida, los dolores, las tristezas, el desengaño. Todas estas situaciones nos golpean y nos dejan cicatrices y heridas que necesitan ser curadas, de lo contrario nos pueden llevar a tomar decisiones lamentables. El pecado hiere profundamente, hacer lo malo violenta nuestra estructura mental. Cuando te dedicas a hacer lo malo, hieres tu mente y tu ser entero. Gradualmente, un sentimiento de culpa puede destruir la vida y convertirla en un cascarón vacío. En la vida cristiana a veces nos desconectamos de la fuente de energía y, cuando esto ocurre, nos vamos deslizando casi imperceptiblemente. Cuando nos damos cuenta, estamos envueltos en situaciones lamentables. David vivió esto.
Después de alcanzar las alturas del éxito, se descuidó y cayó estrepitosamente. Pero él no se quedó derrotado, se reconectó con Dios y él confortó su alma.
Qué bueno es saber que contamos con un Dios que, cuando caemos, nos reconforta, nos consuela, nos alienta. Que entiende nuestras luchas y se compadece de nuestras debilidades. Hoy, al iniciar tu jornada, @Dios te dice: «Estoy contigo, para intentarlo una vez más, para luchar por tus sueños y para darte ánimo cuando más lo necesites».